Grandes
promesas y falta de presupuesto
Hace apenas
dos años, el Gobierno central había anunciado medidas ambiciosas
para combatir la crisis habitacional: la aprobación de la primera
Ley de Vivienda de la democracia en mayo de 2023, que incluía controles
a los alquileres en zonas tensionadas y mayores protecciones para inquilinos
vulnerables. Además, se prometieron 50.000 pisos de la Sareb para
alquiler social y un ambicioso objetivo de 184.000 viviendas asequibles
en los próximos años, acompañado de un incremento
presupuestario que habría multiplicado por ocho la inversión
estatal en vivienda, pasando de 470 a 3.500 millones de euros. Sin embargo,
tras las elecciones de 2023 y la falta de apoyos parlamentarios, los Presupuestos
Generales del Estado de 2024 y 2025 no fueron aprobados, manteniendo congelados
los recursos al nivel de 2023 y dejando en suspenso la ejecución
de estas promesas.
Impacto a nivel
estatal: proyectos en punto muerto
La prórroga
presupuestaria ha dejado numerosos proyectos de vivienda en estado de impasse.
Miles de pisos sociales dependen de partidas nuevas que no se han materializado,
y en noviembre de 2024 se advirtió que, sin nuevos presupuestos,
los proyectos de vivienda social quedarían paralizados. Los datos
oficiales confirman esta tendencia: a finales de 2024, el Ministerio de
Vivienda dejó sin gastar el 60% de su presupuesto anual, lo que
equivale a unos 2.400 millones de euros sin ejecutar. Programas clave,
como las subvenciones del Plan Estatal de Vivienda y el Bono Alquiler Joven
–destinado a jóvenes con un subsidio de 250 euros mensuales–, han
quedado en suspenso, afectando gravemente a quienes más necesitan
acceso a un hogar digno.
Impacto en
comunidades autónomas y municipios
La crisis presupuestaria
también afecta a los gobiernos autonómicos, quienes dependen
en gran medida de las transferencias estatales para financiar sus iniciativas
en materia de vivienda. Con la prórroga de los PGE, las comunidades
autónomas recibirán apenas un 0,7% más de fondos en
2025, muy por debajo del salto que se esperaba. Esto pone en riesgo la
viabilidad de los planes regionales de vivienda, tal como se ha evidenciado
en Cataluña, donde iniciativas clave para la construcción
de 50.000 viviendas en cinco años se han visto gravemente afectadas.
A nivel municipal, la reducción de aportaciones estatales ha provocado
que muchos proyectos locales –desde la construcción de viviendas
sociales hasta la rehabilitación de barrios– se hayan ralentizado
o reducido, intensificando el malestar social.
El malestar
ciudadano y la respuesta institucional
El estancamiento
presupuestario ha generado una creciente indignación en la ciudadanía.
En octubre de 2024, decenas de miles de personas se manifestaron en el
centro de Madrid con el lema “Se acabó. Bajaremos los alquileres”,
en una de las mayores protestas por la vivienda de los últimos años.
Frente a esta situación, el Gobierno central ha intentado mitigar
el impacto social mediante decretos-ley de urgencia, mientras que los gobiernos
regionales han recurrido a créditos puente, reprogramaciones y el
uso de fondos propios para seguir adelante con sus planes de vivienda,
a pesar de la incertidumbre generada por la falta de nuevos presupuestos.
Un coche sin
gasolina
Cuando Pedro
Sánchez comparó en 2018 gobernar con presupuestos ajenos
con “conducir un coche sin gasolina”, nunca imaginó que, siete años
después, el país volvería a enfrentar un escenario
en el que el depósito presupuestario está casi vacío
en materia de vivienda. Cada mes de retraso se traduce en proyectos pospuestos
y en un agravamiento de la crisis habitacional. Con el acceso a una vivienda
digna siendo un derecho constitucional, las administraciones deberán
demostrar en los próximos meses que pueden llenar ese tanque fiscal
y político para encarar eficazmente la emergencia residencial.
Conclusión
La prórroga
de los Presupuestos Generales del Estado se ha convertido en un obstáculo
insoslayable para la implementación de políticas de vivienda
que prometieron transformar el panorama habitacional en España.
Sin nuevos recursos, proyectos cruciales quedan en el limbo y el acceso
a una vivienda digna se vuelve cada vez más inalcanzable para amplias
capas de la población. El Gobierno central y las administraciones
autonómicas y municipales deben encontrar soluciones urgentes para
romper este círculo vicioso y dar respuesta a una crisis que afecta
directamente a la calidad de vida de los ciudadanos.
EN PROFUNDIDAD
Presupuestos
prorrogados y crisis de vivienda: un cóctel explosivo
España
afronta 2025 con los Presupuestos Generales del Estado (PGE) prorrogados
por segundo año consecutivo, mientras la vivienda se ha erigido
en una de las mayores preocupaciones ciudadanas. En 2024 la vivienda escaló
al tercer puesto de problemas personales y segundo en el ámbito
nacional, según el CIS. Sin nuevas cuentas públicas aprobadas,
las políticas de vivienda prometidas se encuentran en el aire, amenazando
con agravar una situación ya crítica de acceso a hogar digno
en todo el país. Este reportaje de investigación analiza
cómo la prórroga presupuestaria impacta en la vivienda a
nivel estatal, autonómico y municipal, aportando datos concretos
sobre partidas congeladas, programas ralentizados y la respuesta institucional
ante esta encrucijada.
Antecedentes:
grandes promesas y falta de presupuesto
El Gobierno
central había anunciado en los últimos años ambiciosas
medidas para atajar la crisis de la vivienda. En mayo de 2023 se aprobó
la primera Ley de Vivienda de la democracia, con controles a los alquileres
en zonas tensionadas y mayores protecciones a inquilinos vulnerables. Paralelamente,
el Ejecutivo publicitó una “movilización histórica”
de vivienda asequible, incluyendo 50.000 pisos de la Sareb para alquiler
social y otros desarrollos, con la meta global de 184.000 nuevas viviendas
asequibles en los próximos años. Estas iniciativas iban acompañadas
de un fuerte incremento de los fondos: Moncloa llegó a presumir
de multiplicar por ocho el presupuesto estatal en vivienda (de 470 a 3.500
millones de euros). Sin embargo, la realidad ha ido por otro camino. Tras
las elecciones de 2023, la falta de apoyos parlamentarios impidió
aprobar los PGE de 2024 y 2025, dejando congelados los recursos al nivel
de 2023 y haciendo peligrar la ejecución de aquellas promesas.
Impacto a nivel
estatal: proyectos en punto muerto y ayudas congeladas
En el ámbito
estatal, la prórroga de los PGE ha dejado múltiples proyectos
de vivienda en vía muerta. Los miles de pisos sociales anunciados
por el Ejecutivo dependen de partidas nuevas que no han llegado a ver la
luz. Ya en marzo de 2024 se advertía que, “sin nuevos presupuestos
se dificultan todos los proyectos de miles de viviendas sociales tan publicitados
por el Ejecutivo”. Expertos económicos confirman que la “congelación”
de las partidas impide implementar nuevas inversiones en vivienda que estaban
previstas.
Los datos oficiales
evidencian el frenazo. A noviembre de 2024, el recién creado Ministerio
de Vivienda había dejado sin gastar el 60% de su presupuesto anual,
unos 2.400 millones de euros sin ejecutar. Programas clave quedaron paralizados:
todavía faltaban por utilizar 40 millones de euros en subvenciones
del Plan Estatal de Vivienda y seguían “a la espera de poder repartirse
los 200 millones del Bono Alquiler Joven” aprobados en octubre de 2024.
Este cheque de alquiler para jóvenes, de 250 € mensuales, había
sido anunciado para una nueva convocatoria con más fondos, pero
su ampliación quedó supeditada a la aprobación de
los PGE. Al prorrogarse estos, el Gobierno solo pudo redistribuir los 200
millones ya existentes.
Otra víctima
de la parálisis es la inversión en rehabilitación
de viviendas y regeneración urbana, crucial tanto para mejorar el
acceso a vivienda como para dinamizar la economía. Buena parte de
estas actuaciones se financian con los fondos europeos Next Generation,
cuyo ritmo de ejecución ha sido lento. A finales de 2024, el Ministerio
de Vivienda apenas había usado el 12% de los fondos NextGen asignados,
situándose a la cola del Gobierno en su absorción.
Impacto en
las comunidades autónomas: financiación en el aire y planes
retrasados
La paralización
presupuestaria también repercute en los gobiernos autonómicos,
responsables directos de muchas competencias de vivienda. Las autonomías
de régimen común reciben cada año entregas a cuenta
del Estado para financiar sus servicios, y 2025 no fue la excepción:
con los PGE prorrogados, las comunidades recibirán apenas un 0,7%
más de fondos que en 2024 (135.483 millones € en total), en
vez del salto mucho mayor que se esperaba con nuevas cuentas. Hacienda
calcula que, de haberse aprobado los PGE, las regiones dispondrían
de casi 12.000 millones adicionales.
Además,
en materia de vivienda las comunidades dependen en gran medida de transferencias
finalistas del Estado. Entre 2021 y 2024, un 70% del dinero presupuestado
por las CCAA para vivienda fue aportado por la Administración General
del Estado. Esto significa que cuando el Estado reduce o demora sus aportaciones,
muchas comunidades ven inviables sus propios planes de vivienda si no encuentran
recursos alternativos.
Cataluña,
donde la situación presupuestaria tanto estatal como autonómica
ha lastrado inversiones, ilustra claramente este impacto. El Govern de
Salvador Illa llegó a 2024 sin poder aprobar sus propias cuentas
y se vio forzado a prorrogarlas. Esto hizo imposible dotar adecuadamente
iniciativas clave como el plan para construir 50.000 viviendas en cinco
años.
Impacto a nivel
municipal: proyectos locales ralentizados y malestar ciudadano
Los ayuntamientos
tampoco escapan a los efectos de la prórroga presupuestaria. Muchas
iniciativas municipales –construcción de vivienda social, rehabilitación
de barrios, ayudas de alquiler locales– suelen complementarse con aportaciones
de planes estatales o regionales. Con menos fondos fluyendo desde arriba,
varios proyectos locales se han visto aplazados o reducidos.
Mientras tanto,
el malestar ciudadano por la vivienda se hizo patente en las calles. El
13 de octubre de 2024, decenas de miles de personas tomaron el centro de
Madrid bajo el lema “Se acabó. Bajaremos los alquileres”, en una
de las mayores manifestaciones por la vivienda de los últimos años.
Entre los manifestantes había jóvenes precarios, familias
agotadas por alquileres asfixiantes e incluso pensionistas con riesgo de
desahucio.
La respuesta
institucional ante la encrucijada
Con la prórroga
presupuestaria prolongándose, las instituciones buscan amortiguar
el golpe mientras se mantiene la incertidumbre. El Gobierno central ha
intentado paliar los efectos sociales más graves mediante decretos-ley
de urgencia. Por su parte, los gobiernos regionales han adaptado sus estrategias
mediante créditos puente, reprogramaciones y fondos propios para
no detener del todo sus planes de vivienda.
Comunidades
gobernadas por distinto signo político se cruzan reproches: desde
el Ministerio de Vivienda se acusa a algunas autonomías de boicotear
medidas de la Ley de Vivienda, mientras gobiernos regionales replican que
las políticas de la izquierda son ineficaces y que limitar rentas
es un “suicidio inmobiliario”.
Un coche sin
gasolina: conclusiones
Cuando Pedro
Sánchez llegó a La Moncloa en 2018 comparó gobernar
con presupuestos ajenos con “conducir un coche sin gasolina”. Siete años
después, su gobierno circula de nuevo con el depósito casi
vacío en materia presupuestaria, intentando avanzar en plena tormenta
de la vivienda. Los datos muestran un panorama preocupante: inversiones
previstas que no se materializan, fondos europeos ralentizados y ayudas
que no aumentan a la altura de las necesidades. El acceso a una vivienda
digna sigue alejado para amplias capas de la población.
Cada mes de
retraso se traduce en proyectos pospuestos y en problemas habitacionales
que se agravan. La vivienda, consagrada como derecho constitucional, se
ha convertido en prueba de fuego de las instituciones. Por ahora, la falta
de Presupuestos Generales del Estado actúa como un freno autoinfligido
en plena emergencia residencial. Y, como señaló irónicamente
un manifestante en Madrid, “no se puede bajar el precio de la vivienda
con los bolsillos vacíos”. Las administraciones deberán demostrar
en los próximos meses si son capaces de llenar ese tanque fiscal
y político para encarar con eficacia la crisis de la vivienda en
España.
Autor: Marina
López – Especialista en Economía Pública y Políticas
Sociales, con años de experiencia en análisis de presupuestos
y políticas de vivienda.
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nuevos presupuestos es el principal obstáculo para resolver la crisis
de vivienda en España, o hay otros factores igualmente determinantes?
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