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¿POR QUÉ NO PUEDE ALCANZARSE UN PACTO NACIONAL DE VIVIENDA EN ESPAÑA?

11 de marzo de 2025
¿Qué guía práctica soluciona este tipo de casos?
¿Qué debe saber un profesional en un caso práctico como el de la noticia?
  • El acceso a una vivienda digna se ha convertido en una de las mayores preocupaciones ciudadanas en España, superando incluso al desempleo. A pesar de la existencia de propuestas técnicas viables y de la urgencia social que demanda soluciones, en los últimos años no se ha logrado un consenso político que conduzca a un pacto nacional de vivienda. Este artículo examina en profundidad los factores que impiden alcanzar un acuerdo sólido y duradero, analizando desde la polarización política y la confrontación ideológica hasta la influencia de los intereses económicos y la compleja distribución competencial en materia de vivienda.
El debate sobre la vivienda está atravesado por profundas divisiones ideológicas. Por un lado, el bloque conservador apuesta por el libre mercado, proponiendo la liberalización del suelo, incentivos a la construcción y el fomento de la propiedad privada. Por otro, el bloque progresista defiende la intervención estatal para promover vivienda pública, especialmente en régimen de alquiler social, y establecer regulaciones que eviten abusos en el mercado. La imposibilidad de conciliar estas posturas opuestas –que interpretan de forma diametralmente contraria el derecho a la vivienda– constituye uno de los principales frenos para alcanzar un acuerdo nacional.

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Un Contexto de Polarización Política y Cálculo Partidista

La política española se encuentra marcada por una intensa polarización. Cuanto más urgente y relevante es el problema, mayor es el uso que hacen los partidos de la vivienda como arma electoral. Las fuerzas mayoritarias, tanto en gobierno como en oposición, tienden a culparse mutuamente, anteponiendo el rédito partidista a una solución consensuada. Esta confrontación impide que se priorice la colaboración y se construya un plan estratégico común que trascienda las próximas elecciones.

Visiones Ideológicas en Fricción

El debate sobre la vivienda está atravesado por profundas divisiones ideológicas. Por un lado, el bloque conservador apuesta por el libre mercado, proponiendo la liberalización del suelo, incentivos a la construcción y el fomento de la propiedad privada. Por otro, el bloque progresista defiende la intervención estatal para promover vivienda pública, especialmente en régimen de alquiler social, y establecer regulaciones que eviten abusos en el mercado. La imposibilidad de conciliar estas posturas opuestas –que interpretan de forma diametralmente contraria el derecho a la vivienda– constituye uno de los principales frenos para alcanzar un acuerdo nacional.

Presiones del Sector y Conflictos de Intereses

Detrás del debate ideológico se ocultan también poderosos intereses económicos. El sector inmobiliario, grandes propietarios e inversores presionan para evitar normativas que puedan afectar a su rentabilidad, mientras que sindicatos y movimientos sociales claman por una mayor protección de los inquilinos y un acceso más asequible a la vivienda. Este tira y afloja entre distintos lobbies obliga a los partidos a adoptar posturas rígidas que, lejos de favorecer un pacto, acentúan las diferencias. La derecha defiende con vehemencia la propiedad privada, mientras que la izquierda insiste en la función social de la vivienda, haciendo difícil encontrar un punto medio.

La Complejidad de la Distribución Competencial

Otro obstáculo crucial radica en la distribución de competencias en materia de vivienda. En España, el Estado establece los principios generales, pero las comunidades autónomas gestionan gran parte de la política habitacional. Esta fragmentación requiere una coordinación intergubernamental que, en la práctica, se ve obstaculizada por la falta de voluntad para trabajar en conjunto. La “lealtad institucional” es insuficiente y, en ocasiones, los gobiernos autonómicos de diferentes colores políticos optan por boicotear o ignorar las iniciativas estatales, lo que dificulta la aplicación de medidas uniformes en todo el territorio.

Una Herencia Cultural Difícil de Superar

La histórica orientación hacia la propiedad en España ha configurado una cultura en la que ser propietario es visto como un elemento esencial de bienestar y seguridad económica. Este "propietarismo" arraigado se traduce en una resistencia al cambio que dificulta la adopción de modelos con mayor oferta de alquiler social o vivienda pública. Las reformas estructurales necesarias para transformar este modelo requieren un compromiso a largo plazo que la política cortoplacista, orientada a resultados electorales, rara vez consigue materializar.

Consecuencias de la Falta de un Pacto de Vivienda

La ausencia de un acuerdo nacional tiene impactos directos y palpables en la sociedad. El incremento continuo de los precios de alquiler y compra dificulta la emancipación de los jóvenes, genera inseguridad para los inquilinos y contribuye a la creciente desigualdad social y territorial. Además, la incertidumbre normativa provoca distorsiones en el mercado inmobiliario, desalienta la inversión a largo plazo y fomenta la especulación, lo que repercute negativamente en el tejido social y económico.

Comparando con otros países que han abordado con éxito la crisis de vivienda, como Austria, Países Bajos o Finlandia, se observa que el éxito depende de un compromiso político amplio y de la adopción de medidas integrales y sostenidas a lo largo del tiempo. En estos casos, el consenso se alcanza gracias a la colaboración entre distintos niveles de gobierno, la estabilidad normativa y una visión que trasciende los ciclos electorales.

Conclusión

La imposibilidad de alcanzar un Pacto Nacional de Vivienda en España es el resultado de una combinación compleja de factores políticos, ideológicos, económicos y estructurales. La polarización y el cálculo partidista, sumados a la confrontación de visiones sobre el rol del Estado y la influencia de poderosos intereses privados, han creado un escenario en el que las soluciones consensuadas parecen inalcanzables. Sin embargo, la urgencia del problema exige que se superen estas barreras mediante un diálogo transversal y la adopción de un compromiso a largo plazo que coloque el derecho a la vivienda por encima de los intereses partidistas. Solo así se podrá construir un marco normativo y de acción que garantice el acceso a una vivienda digna para todos.

NOTAS TÉCNICAS

Introducción

El acceso a la vivienda se ha convertido en uno de los problemas sociales más graves en España durante los últimos años. Los precios de alquiler y compra han aumentado muy por encima de los ingresos, dificultando la emancipación de los jóvenes y generando un amplio malestar social. De hecho, la vivienda encabeza actualmente la lista de preocupaciones ciudadanas, por encima incluso del desempleo. A pesar de esta urgencia y de que existen propuestas técnicas viables para mejorar la situación, en los últimos cinco años no se ha logrado un Pacto de Estado sobre la vivienda que aborde el problema de forma consensuada y duradera. Este informe analiza las razones de esa ausencia de acuerdo, examinando factores políticos, ideológicos y económicos que lo impiden, las excusas y argumentos de los actores involucrados, ejemplos de soluciones propuestas pero frustradas, comparaciones con países que han enfrentado con éxito la crisis de vivienda, y el impacto de la falta de pacto en la ciudadanía y el mercado inmobiliario.

Factores políticos, ideológicos y económicos que impiden el consenso

Varios factores estructurales explican por qué no se ha alcanzado un acuerdo nacional en vivienda a pesar de la gravedad del problema:

Polarización política y cálculo partidista: Existe un fuerte clima de confrontación política en España que dificulta los consensos transversales. Paradójicamente, cuanto más importante es el problema, más difícil resulta el acuerdo, ya que cada partido busca diferenciarse y utilizar el tema en la batalla electoral. En lugar de cooperar, las fuerzas mayoritarias (gobierno y oposición) han preferido culparse mutuamente de la crisis de vivienda, llegando a la conclusión de que “cuando mayor es el problema y más importante el asunto a solucionar, más difícil es llegar a un acuerdo”. En última instancia, no se llega a un pacto porque políticamente no interesa priorizar la solución conjunta sobre el rédito partidista.

Visiones ideológicas enfrentadas: La política de vivienda está atravesada por un marcado sesgo ideológico. Las dos principales corrientes –intervencionismo público vs. libre mercado– proponen recetas casi opuestas, lo que dificulta encontrar terreno común. Desde el bloque conservador se apuesta por medidas de mercado: liberalización del suelo, incentivos a la construcción y fomento de la propiedad privada. En cambio, el bloque progresista enfatiza la intervención estatal: promoción de vivienda pública (especialmente alquiler social) y regulación para frenar abusos del mercado. Cada lado teme que las soluciones del contrario agraven el problema. Estas diferencias filosóficas básicas sobre cómo entender el derecho a la vivienda (como bien social a proteger vs. mercado a dinamizar) dificultan un consenso en las políticas concretas.

Intereses económicos y presiones del sector: Detrás de la disputa ideológica subyacen también intereses económicos. El sector inmobiliario, grandes propietarios e inversores presionan para evitar regulaciones estrictas que limiten sus rendimientos. Al mismo tiempo, sindicatos y movimientos sociales presionan en sentido contrario, reclamando mayor protección al inquilino y vivienda asequible como derecho. Este tironeo de lobbies hace que los partidos adopten posturas rígidas: la derecha defiende la propiedad privada y la rentabilidad del inversor, mientras que la izquierda defiende la función social de la vivienda, y conciliar ambos enfoques resulta difícil.

Distribución competencial y falta de coordinación institucional: La vivienda en España es un ámbito de competencia compartida (el Estado define principios generales, pero las comunidades autónomas gestionan muchas políticas de vivienda). Esto exige cooperación multilateral para cualquier plan de alcance nacional. Sin embargo, la “lealtad institucional” ha brillado por su ausencia. Gobiernos autonómicos de distinto signo político han optado por boicotear o ignorar las iniciativas en lugar de aplicarlas. Desde el Gobierno se admite que “no avanzaremos hasta que todos trabajemos en la misma dirección”, ya que de nada sirve que el Estado tome medidas si las autonomías “se empeñan en que esto no funcione”. Esta falta de cooperación intergubernamental entorpece cualquier pacto de Estado, pues requeriría alinear a administraciones de distintos colores políticos.

Cultura socioeconómica de la propiedad: Un factor más profundo es la histórica orientación de la política de vivienda española hacia la compra en propiedad en detrimento del alquiler. Desde el franquismo hasta la democracia se fomentó que cada familia fuese propietaria, convirtiendo la vivienda en un bien de inversión y refugio de ahorro. Este “propietarismo” arraigado hace políticamente delicado cualquier cambio que se perciba como contrario a los pequeños propietarios, lo que enfría consensos. Los cambios necesarios para girar hacia un modelo con más alquiler asequible requieren hacer muchas cosas a la vez y enfrentarse a inercias de décadas. En suma, transformaciones estructurales como aumentar sustancialmente el parque público de vivienda exigen un compromiso y visión de largo plazo que la política cortoplacista no ha facilitado.

En conjunto, estos factores políticos (polarización, falta de voluntad de pacto), ideológicos (visión opuesta del problema) y económicos (presiones de intereses y modelo de vivienda) explican en buena medida la ausencia de un acuerdo nacional sólido sobre vivienda en los últimos años. Los partidos han priorizado sus diferencias y clientelas sobre el consenso, incluso cuando en el diagnóstico técnico se empieza a coincidir en aspectos básicos como la escasez de oferta asequible.

Excusas y argumentos de los partidos políticos y otros actores
Durante estos años, los distintos actores han esgrimido múltiples argumentos públicos para justificar su posición y, en muchos casos, para eludir responsabilidades en la falta de acuerdo. A continuación se resumen las principales posturas:

Argumentos del bloque conservador (PP y Vox):

Rechazo a la intervención estatal por “ineficaz”: El Partido Popular sostiene que medidas como el control de alquileres o mayores restricciones a la propiedad “ahuyentarán la oferta y agravarán el problema”. Se argumenta que la propuesta del Gobierno es excesivamente intervencionista y que limitar precios “agravará la escasez de oferta”, mientras que Vox denuncia que la ley “estrangula la oferta de alquiler”. Se citan ejemplos como el supuesto “fracaso” del control de rentas en Berlín o Cataluña para descalificar esas políticas.
Defensa de la propiedad privada: Tanto PP como Vox enmarcan la cuestión como un ataque al derecho de propiedad. Vox llegó a decir que la ley “altera el contenido esencial del derecho de propiedad” y que equipara la vivienda a recursos intervenidos por el Estado. Se oponen a cualquier medida que consideren expropiatoria o que prolongue forzosamente los alquileres, alegando que desincentiva a los propietarios a alquilar. En su discurso, la solución pasa por dar más libertad al mercado, liberar suelo para construir más viviendas, reducir trabas burocráticas y proteger a los dueños frente a okupaciones y morosidad. Además, se culpa a “los gobiernos socialistas y populares” de haber especulado con el suelo en el pasado, rechazando las nuevas regulaciones por considerarlas influenciadas por la izquierda “progre”.
Piden un pacto pero culpando al adversario: Curiosamente, el PP proclama estar dispuesto a un Pacto de Estado, pero sostiene que el Gobierno lo impide. Se comenta que llevan un pacto en su programa, pero que el PSOE compite en radicalidad con sus socios, trasladando la culpa al Gobierno por “plegarse” a posiciones más intervencionistas. En resumen, la derecha se presenta como deseosa de consenso pero solo en sus propios términos, justificando su falta de apoyo en que la izquierda estaría siendo “radical” y no aceptando las condiciones propuestas.

Argumentos del bloque gubernamental progresista (PSOE-Unidas Podemos):

Responsabilizan a la derecha del bloqueo: Desde el Gobierno y el PSOE se acusa al PP de boicotear cualquier entendimiento por intereses partidistas. Se ha afirmado en diversas ocasiones que los populares “no son capaces de acordar absolutamente nada” y utilizan la vivienda únicamente para atacar al Gobierno. Se señala que los populares rechazaron mociones para tratar la vivienda como política de Estado, evidenciando su negativa a cooperar.
Critican el modelo liberal como generador de burbujas: Los socialistas y sus aliados insisten en que las recetas del PP no son solución, sino que ya causaron problemas en el pasado. Se advierte que repetir medidas de liberalización del suelo favorecería la especulación inmobiliaria en lugar de garantizar el derecho a la vivienda.
Justifican medidas intervencionistas como necesarias pero insuficientes sin consenso: El Gobierno defiende las acciones que ha emprendido en solitario (aumento del presupuesto en vivienda, nuevas leyes, plan de viviendas públicas, limitación de alquileres, etc.), pero reconoce que su efecto es limitado sin la colaboración de otras administraciones y actores. Aunque se destacan logros a nivel local, se recalca que, sin un pacto global, las medidas deben aplicarse de forma fragmentaria.

Posicionamiento de otros actores:

Sindicatos de trabajadores: Organizaciones sindicales han reclamado insistentemente un pacto de Estado, aunque reconocen la dificultad de lograr consenso en un ambiente de división política. Abogan por una batería amplia de acciones, que incluya la creación de un gran parque público de alquiler asequible permanente, mantener la calificación protegida de viviendas de protección oficial, penalizar fiscalmente las viviendas vacías y limitar subidas abusivas en zonas tensionadas. Los sindicatos critican medidas parciales y llaman a una colaboración público-privada bajo control público.
Empresarios y sector inmobiliario: Las asociaciones del sector proponen un acuerdo “transversal y mixto” en el que gobierno, partidos y sector privado coordinen una respuesta estructural al problema. Destacan que ninguna solución exclusivamente pública o privada funcionará, sino que se necesita colaboración de ambos lados, y señalan que el pacto debe trascender los ciclos políticos para proporcionar estabilidad normativa e incentivos que permitan la inversión en vivienda asequible.
En síntesis, cada parte ofrece su propia explicación de por qué no hay acuerdo: se culpan mutuamente de extremismo o inmovilismo, mientras otros actores señalan la falta de diálogo transversal. Las excusas van desde atribuir la culpa al adversario hasta apelar a motivos técnicos o competenciales, reflejando la dificultad de alinear a todos en una visión común.

Propuestas de solución rechazadas o diluidas y sus motivos

En el último lustro se han planteado numerosas medidas para paliar la crisis de la vivienda, pero muchas quedaron en el camino –rechazadas, rebajadas o aplicadas a medias– debido a divergencias políticas o a obstáculos legales. Algunos ejemplos representativos:

Ley de Vivienda impulsada por organizaciones sociales (2021): Una de las iniciativas más ambiciosas vino de la sociedad civil. En 2021, más de 120 colectivos redactaron la “Iniciativa por una Ley que garantice el Derecho a la Vivienda”, apoyada por diversos grupos. Este proyecto contemplaba medidas contundentes, como una regulación extensa de los precios de alquiler a nivel estatal y la prohibición de desahucios de personas vulnerables sin alternativa habitacional. A pesar de reunir firmas y llevarse al Congreso, fue tumbado en diciembre de 2021 por una mayoría transversal, ya que el Gobierno prefirió preparar su propia ley y evitar solapamientos. El contenido de la iniciativa era más ambicioso y restrictivo de lo que algunos sectores estaban dispuestos a asumir, lo que evidenció cómo propuestas técnicas viables pueden naufragar por cálculo político.

Ley por el Derecho a la Vivienda de 2023 (Gobierno de coalición): Tras largas negociaciones internas, en 2023 el Ejecutivo logró aprobar la primera ley estatal de vivienda de la democracia, pero el texto final llegó notoriamente aguado respecto a las propuestas iniciales de los socios más progresistas. Por ejemplo, se exigía intervenir los alquileres de todas las viviendas en zonas tensionadas, pero finalmente se limitó a obligar a los grandes tenedores, dejando incentivos para los pequeños propietarios. Además, la regulación quedó supeditada a la declaración de “zona de mercado residencial tensionado” por parte de cada Comunidad Autónoma, lo que introdujo una puerta trasera para que algunas administraciones no declararan ninguna zona. Otras medidas se diluyeron o eliminaron por cuestiones competenciales y presiones de grupos económicos, resultando en un compromiso de mínimos que no satisface plenamente las demandas iniciales.

Propuestas autonómicas pioneras frenadas: En ausencia de un pacto nacional, algunas regiones y ciudades intentaron soluciones innovadoras, que a veces fueron bloqueadas desde el Estado o por los tribunales. Un ejemplo fue la ley catalana de control de rentas de alquiler (2020), que limitaba los precios en municipios con mercado tensionado. Esta norma autonómica tuvo efectos iniciales positivos, pero fue anulada por el Tribunal Constitucional por entender que invadía competencias estatales. Otros intentos, como el decreto andaluz de 2013 para expropiar temporalmente viviendas vacías de bancos, fueron igualmente recurridos y paralizados. Estos casos ilustran cómo soluciones técnicamente viables chocan con barreras legales o políticas cuando no existe un marco estatal consensuado.

Propuestas finalmente descartadas por desacuerdo político: Durante la negociación de la ley estatal y otras reformas, surgieron ideas que podrían haber formado parte de la solución, como establecer incentivos fiscales fuertes o penalizaciones a viviendas vacías, fijar un porcentaje mínimo de vivienda social en nuevas promociones privadas, o crear un fondo estatal para comprar vivienda en el mercado y destinarla a alquiler social. Muchas de estas ideas fueron debatidas pero finalmente se descartaron o rebajaron por la falta de consenso, presión del bloque conservador y consideraciones competenciales, impidiendo su incorporación en un acuerdo de amplio espectro.

Comparación con otros países que han abordado la crisis de vivienda con éxito
Mientras España lidia con bloqueos políticos, otros países han logrado encauzar sus problemas de vivienda mediante acuerdos duraderos y políticas sostenidas. Comparar estas experiencias aporta lecciones útiles:

Austria (Viena): Viena es considerada un modelo mundial en políticas de vivienda. Más del 60% de sus habitantes vive en viviendas subvencionadas o de protección oficial. Desde hace un siglo, gobiernos de distintos signos han mantenido la apuesta por la vivienda pública y cooperativa como eje central. El control municipal del suelo, la gestión a largo plazo de los inmuebles sociales y el apoyo transversal han permitido financiar y regular eficazmente los precios sin necesidad de prohibiciones, ya que la amplia oferta pública modera el mercado.

Países Bajos: Desde mediados del siglo XX se construyó un gran parque de “viviendas sociales” gestionadas por asociaciones sin ánimo de lucro, alcanzando un porcentaje muy alto del parque total. Este modelo, respaldado legalmente, garantiza alquileres limitados a familias de ingresos medios y bajos, y es considerado un pilar del Estado de bienestar. El éxito neerlandés radica en el consenso político amplio y en leyes nacionales que obligan a los municipios a destinar suelo y facilidades para la vivienda social, complementando medidas de contención de alquileres en el mercado privado.

Finlandia – “Housing First”: En el terreno de la vivienda para los más vulnerables, Finlandia ha reducido drásticamente el número de personas sin hogar aplicando desde 2008 el enfoque “Housing First”. Este modelo, basado en un acuerdo nacional para tratar el sinhogarismo como un problema solucionable, implica la colaboración entre Estado, municipios y ONG para proporcionar viviendas con alquiler social y apoyo social, demostrando cómo un consenso político-técnico puede abordar un aspecto crítico de la crisis habitacional.

Francia: Francia ha combinado intervención y mercado para abordar la vivienda. La ley obliga a que los municipios urbanos tengan un porcentaje mínimo de vivienda social, penalizando a los que no cumplan. Además, se han implementado medidas de contención de alquileres en ciudades como París. El éxito francés destaca por la existencia de una política de Estado estable y el consenso en la necesidad de intervención pública para asegurar vivienda a quienes el mercado no alcanza.

Otros ejemplos: Ciudades como Viena o Singapur, y mecanismos como el “Pacto por la Vivienda” en Alemania, demuestran que cuando la vivienda se asume como prioridad nacional y se establecen acuerdos de largo plazo, es posible aumentar la oferta de vivienda social y estabilizar el mercado.

Impacto de la falta de un acuerdo en los ciudadanos y el mercado inmobiliario
La ausencia de un Pacto de Estado en vivienda tiene consecuencias directas y negativas tanto para la población como para el funcionamiento del mercado inmobiliario. Entre los principales impactos se destacan:

Escalada de precios y empeoramiento del acceso a la vivienda: Sin una acción coordinada, la tendencia ha sido un incremento continuo de los costes. Los alquileres han alcanzado niveles récord y el precio medio nacional de compra ha subido de forma insostenible, dejando el acceso a la vivienda fuera del alcance de amplios sectores. La capacidad económica de las familias no sigue el ritmo de los precios, lo que agrava los índices de sobrecarga y crea un mercado tensionado.

Inseguridad y disparidades para los inquilinos: La fragmentación de medidas ha creado un mosaico de situaciones. En algunas regiones se aplican ciertas protecciones, mientras que en otras no existe contención alguna. Esto genera desigualdad en los derechos de los inquilinos según la comunidad autónoma, además de crear incertidumbre sobre las garantías reales en materia de alquiler.

Dificultades para la emancipación juvenil y consecuencias demográficas: España tiene una de las edades de emancipación más tardías de Europa. La crisis de vivienda ha paralizado la formación de nuevos hogares, obligando a muchos jóvenes a permanecer en casa de sus padres, lo que contribuye a la baja natalidad y a la fuga de jóvenes hacia zonas con costos de vivienda más accesibles.

Aumento de desalojos y emergencia habitacional: Aunque se han aplicado medidas temporales que han reducido los desahucios en algunos períodos, la cifra sigue siendo elevada. La falta de un mecanismo permanente y consensuado para garantizar realojos o alternativas de alquiler social agrava la situación de miles de familias que se quedan sin vivienda.

Incertidumbre y distorsiones en el mercado inmobiliario: La ausencia de lineamientos estables genera cambios regulatorios pendulares que frenan las inversiones a largo plazo. La incertidumbre lleva a algunos propietarios a retirar oferta del mercado o a destinar viviendas al turismo, lo que incrementa la especulación y la volatilidad en los precios.

Profundización de la desigualdad social y territorial: Acceder a una vivienda digna depende en gran medida de la suerte y de las condiciones territoriales. La falta de un plan nacional agrava las desigualdades, dejando a amplios sectores de la población con dificultades para acceder a una vivienda y ampliando la brecha entre propietarios y no propietarios.

En conclusión, la ausencia de un Pacto de Estado se refleja en la vida cotidiana de la gente, con alquileres impagables, jóvenes atrapados en casa de sus padres, familias en riesgo de desahucio y una sensación general de que la vivienda es un privilegio y no un derecho. Además, afecta la economía nacional al generar menor movilidad laboral y un mercado inmobiliario propenso a crisis.

Autoría: Ana Martínez – Especialista en Políticas de Vivienda y Analista de Mercados Inmobiliarios con amplia experiencia en gestión pública y reformas habitacionales

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