El
escenario, para muchos expertos, recuerda viejos fantasmas de la burbuja
de 2007. Sin embargo, este paralelismo hay que tomarlo con cautela. Si
bien existen factores similares —alta especulación, inversores que
ven la vivienda como refugio y precios desbocados—, la sociedad afronta
también una crisis de oferta de alquiler asequible y de vivienda
social sin precedentes. De ahí que la palabra “burbuja” haya vuelto
a copar titulares y a extender la preocupación por todos los estratos
sociales.
Incremento
récord de la compraventa en 2024
Según
los últimos informes consolidados, la compraventa de viviendas se
disparó en octubre pasado un 51,3% respecto al mismo mes de 2023,
alcanzando la cifra de 69.418 transacciones, muy cerca de las 75.000 que
se registraron en mayo de 2007, en pleno auge inmobiliario previo al estallido
de la burbuja. El incremento se aprecia tanto en vivienda nueva, con un
crecimiento interanual del 83,4%, como en vivienda usada, con un 43,6%.
En términos anuales, el acumulado de 2024 refleja un alza del 7,5%
en la compraventa, lo que proyecta un cierre de ejercicio con 660.000 transacciones.
En apariencia,
estas cifras podrían sugerir una economía boyante y un mercado
inmobiliario sólido. Sin embargo, la lectura detallada revela que
no todo responde a un mayor poder adquisitivo de la clase media, sino,
en gran medida, a la presión inversora y a la burbuja del alquiler
turístico, que compite ferozmente con el alquiler residencial. En
definitiva, el ritmo de las operaciones oculta la creciente escasez de
vivienda asequible y el consiguiente aumento de la exclusión residencial.
Un alza sostenida
de precios y la sombra de la especulación
Los precios
actuales de la vivienda son, según datos del Instituto Nacional
de Estadística (INE), un 62% más altos que en 2015. Además,
el organismo estima que en el tercer trimestre de 2024 se produjo un aumento
del 8,1% interanual, lo que supone el mayor repunte de los últimos
dos años y medio. Este incremento mantiene el tren de la especulación,
al convertir la vivienda en un activo cada vez más atractivo para
fondos y particulares con capacidad de inversión, sobre todo en
zonas urbanas consolidadas.
Uno de los
rasgos más inquietantes de esta situación es el porcentaje
de transacciones que se cierran al contado. En diciembre de 2023, por ejemplo,
el 57,5% de las operaciones se realizaron sin necesidad de hipoteca. Lejos
de interpretarse como un signo de mayor solvencia de la sociedad, esta
cifra subraya la realidad de una parte de la población con ingresos
medios y bajos que queda excluida: no pueden competir con inversores capaces
de pagar la vivienda en efectivo y que, en muchos casos, aspiran a obtener
rentabilidades altas por alquiler turístico o de corta estancia.
La escasa vivienda
protegida y los retos de la vivienda social
Otro dato preocupante
es que solo el 7,6% de las viviendas vendidas en octubre de 2024 eran de
protección oficial. De forma simultánea, los programas de
alquiler social, tanto a nivel estatal como autonómico, no dan abasto
para satisfacer la demanda creciente, y apenas cubren un porcentaje mínimo
de la población vulnerable. El Gobierno ha anunciado, desde 2023,
el objetivo de elevar el parque público de vivienda social al 9%
mediante la construcción de 1,5 millones de nuevas viviendas, pero
los plazos de ejecución se dilatan varios años y la urgencia
habitacional crece a pasos agigantados.
En este contexto,
las grandes ciudades concentran las mayores tensiones de precios. Madrid
y Barcelona, por ejemplo, con un dinamismo laboral y turístico más
intenso, ven cómo la demanda de alquiler turístico y las
compras al contado convierten la vivienda en un bien cada vez más
inalcanzable para buena parte de la clase media y joven. El fenómeno
se traslada también a capitales como Málaga, Palma de Mallorca
o Valencia, que asisten a un encarecimiento progresivo de su parque de
vivienda, sin que se articulen mecanismos suficientes para contener los
precios.
Factores que
alimentan el encarecimiento
Demanda inversora
en busca de rentabilidad
La entrada
masiva de inversores —tanto nacionales como extranjeros— a la caza de inmuebles
con alta rentabilidad de alquiler y de rápida revalorización.
Bajada del
precio del dinero y facilidades hipotecarias
Aunque los
tipos de interés se han moderado y han despertado la demanda, ese
respiro financiero ha quedado neutralizado por la espiral alcista de los
precios.
Falta de oferta
de vivienda social
Los proyectos
públicos son insuficientes y, además, se ejecutan con retraso,
lo que perpetúa el desequilibrio del mercado.
Alquiler turístico
y estancias de temporada
Aumenta la
competencia en el mercado del alquiler, lo que expulsa a residentes habituales
y revaloriza aún más la vivienda en zonas céntricas.
Medidas anunciadas
y su alcance real
Para afrontar
esta situación, las instituciones han presentado varias iniciativas:
Movilizar el
stock de la Sareb: La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes
de la Reestructuración Bancaria tiene 33.500 viviendas, de las cuales
un 43% permanece vacío. El reto es rehabilitar estos inmuebles y
trasladarlos al mercado a precios asequibles. Sin embargo, muchos están
ubicados en zonas con poca demanda y requieren costosas reformas para su
habitabilidad.
Creación
de una empresa pública de vivienda: Anunciada por el Ejecutivo en
2024, aún está por concretarse su enfoque real, su alcance
temporal y su dotación presupuestaria.
Contención
de alquileres y revisión de usos turísticos: Cada vez más
voces instan a regular el alquiler de corta estancia, con el fin de favorecer
el acceso a alquileres de larga duración y frenar la escalada de
precios en las zonas más presionadas. Esta medida, sin embargo,
genera controversia en el sector turístico, que alega el riesgo
de reducir la competitividad de la oferta para visitantes y viajeros.
Soluciones
urgentes: pacto de Estado y colaboración público-privada
Ante la magnitud
del problema, la solución no pasa solo por señalar las carencias
de vivienda o buscar culpables en la escalada especulativa. Se necesitan
acciones coordinadas, inmediatas y con visión a largo plazo. Diversos
expertos y organismos reclaman un gran pacto de Estado, que involucre:
Administración
Central, Autonómica y Local
Es fundamental
alinear políticas fiscales y urbanísticas, impulsar la construcción
de vivienda social en las zonas de mayor demanda y facilitar la colaboración
con el sector privado para poner en valor el suelo disponible, simplificando
trámites administrativos.
Colaboración
público-privada
La fórmula
de consorcios o asociaciones que unan promotores, inversores institucionales
y entes públicos puede agilizar la puesta en marcha de proyectos
de alquiler social y vivienda protegida, con condiciones preferentes y
regulación de precios.
Refuerzo de
la rehabilitación urbana
Muchos de
los inmuebles vacíos o deteriorados en centros urbanos podrían
reconvertirse en vivienda asequible si se articulan planes de rehabilitación
atractivos, con incentivos fiscales y acceso prioritario a financiación.
Regulación
del alquiler turístico y de temporada
Las grandes
ciudades necesitan una regulación que equilibre la oferta para visitantes
con la demanda de residentes, evitando la competencia desmedida que expulsa
a la población local.
Integración
de la perspectiva social
Más
allá de la rentabilidad económica, la vivienda debe verse
como un derecho básico. Esto implica programas de formación,
mediación y ayuda a inquilinos vulnerables, así como un estudio
continuo de las necesidades reales de la población.
El mercado
de 2025: ¿burbujas o realidades?
La palabra
“burbuja” ha reaparecido con fuerza tanto en los medios de comunicación
como en las conversaciones cotidianas. Algunos analistas sostienen que
el contexto actual difiere de la crisis de 2007, gracias a unas condiciones
financieras y de supervisión distintas. Sin embargo, el malestar
ciudadano es muy real: miles de familias con ingresos medios, jóvenes
y población en situación de precariedad laboral no encuentran
alternativa habitacional en las grandes capitales.
En este sentido,
la posible burbuja no se limita a una sobrevaloración de precios,
sino que también se expresa en la desconexión entre la oferta
y la capacidad adquisitiva de la mayoría de la sociedad. Si no se
frena la escalada actual, el riesgo de exclusión residencial puede
convertirse en un problema estructural que afecte a la cohesión
social y a la estabilidad económica a largo plazo.
Conclusiones
La vivienda
en España en 2025 enfrenta desafíos urgentes: precios en
aumento, una demanda inversora que alimenta la especulación, escasez
de vivienda social y un mercado del alquiler tensionado por el peso del
turismo. Todo ello conforma un contexto en el que las soluciones requieren
de un consenso amplio y sostenido, uniendo el esfuerzo público con
la iniciativa privada, y asumiendo la vivienda no solo como un activo financiero
sino como un derecho esencial para la ciudadanía.
La creación
de mecanismos ágiles para promover el alquiler social, la movilización
efectiva de la Sareb, la contención de los alquileres turísticos
y la financiación de vivienda protegida deberían ser prioridades
inaplazables. A la espera de la materialización de la empresa pública
de vivienda y de otras promesas electorales, la sociedad española
reclama acciones inmediatas y coordinadas. Sin un gran pacto de Estado
que dote de coherencia y solidez a estas políticas, existe el riesgo
de que, en los próximos años, la brecha de la vivienda se
convierta en un problema crónico e irreparable.
Autor: Juan
Morales, economista y consultor especializado en políticas de vivienda
y desarrollo urbano.
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