En promedio,
durante los primeros cinco años de la iniciativa de 2013 a 2017,
China gastó alrededor de $85 mil millones en financiar proyectos
de desarrollo en el extranjero por año. Y aunque la financiación
ha sido bien recibida por países de todo el mundo, también
ha tenido problemas.
La consultora
AidData también ha informado sobre lo que denomina "deudas ocultas",
refiriéndose a casos en los que los destinatarios de los préstamos
chinos son entidades como empresas privadas o de proyectos, no los propios
gobiernos, pero los términos del préstamo requieren que el
gobierno anfitrión lo garantice. En última instancia, esto
puede pasarles la responsabilidad de pago si los prestatarios se quedan
cortos, dicen los investigadores.
China ha rechazado
las afirmaciones de préstamos arriesgados o problemas ambientales
en sus proyectos, señalando sus iniciativas "verdes" y diciendo
que "tales acusaciones no reflejan el panorama completo".
Pero el verdadero
problema es que el mundo está en medio de una crisis hipotecaria
y muchos países en desarrollo luchan contra el aumento de la deuda
y la inflación, lo que hace que los préstamos sean una propuesta
potencialmente más arriesgada.
Los proyectos
chinos de gran envergadura se han ralentizado en los últimos años
y desde la pandemia. Por ejemplo, los préstamos chinos a África
cayeron un 77 %, de 8200 millones de dólares a 1900 millones de
dólares entre 2019 y 2020.
Estados Unidos
ya es el principal donante mundial de ayuda para los países en desarrollo.
Pero con la nueva Corporación Financiera de Desarrollo Internacional
de EE. UU. para rivalizar con China como financiador de infraestructura
con China, ha ganado posiciones.
Estados Unidos
podría usar su propio modelo de financiación público-privada
para enfocarse en áreas donde puede tener ventajas competitivas,
como seguridad energética y resiliencia climática, proyectos
de tecnología de la información y las comunicaciones, así
como infraestructura que promueve el género, igualdad y sistemas
de salud, como áreas de enfoque.
Es decir, menos
puentes y vías ferroviarias, donde China tiene una gran potencia.
EUROPA E IBEROAMÉRICA
En el marco
del G7, la UE se prepara para reconquistar Iberoamérica: un proyecto
del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) impulsa un plan de
inversiones de 8.000 millones de euros para ser asignado a la región.
Durante la
presidencia rotatoria española del Consejo de la Unión Europea
en el segundo semestre de 2023 se celebrará en Bruselas una cumbre
iberoamericana. Hay que destacar que no se ha celebrado ninguna cumbre
regional UE-ALC desde 2015.
Entre 2015
y 2020, empresas privadas y paraestatales chinas invirtieron alrededor
de 74.850 millones de dólares en países latinoamericanos.
Y las inversiones en Chile, Colombia y México van en aumento.
En Europa existe
preocupación por el acercamiento político a China. Por ejemplo,
aunque la canadiense Bombardier y la española Construcción
y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) han participado en la construcción
del Metro de México, tras la presidencia de López Obrador
son los chinos quienes han ganado los acuerdos en esta materia: la renovación
de la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México estará
en manos de la empresa CRRC Zhuzhou Locomotive con un pedido de 29 trenes.
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