En términos
de recursos naturales en bruto, hay varias regiones que fácilmente
podrían llenar el vacío dejado por el boicot energético
ruso. Sin embargo, la realidad de aprovechar estas vastas reservas de energía
sin explotar es mucho más compleja.
Ninguno de
los dos principales países productores de petróleo de África,
Angola y Nigeria, pueden cumplir actualmente sus objetivos de producción
definidos por la OPEP de 1,7 y 1,4 millones de bpd, respectivamente.
Dado que estos
países enfrentan dificultades para atraer nuevas inversiones en
el sector energético, es poco probable que alcancen estas cuotas
sin una revisión importante de la infraestructura.
Hay una situación
similar en Iberoamérica, donde abundan las reservas de energía
pero una combinación política y económica ha reducido
severamente la producción.
Aparte de la
necesidad inmediata del mundo de fuentes de energía alternativas,
la demanda de líquidos de temperatura crítica como el petróleo,
el hidrógeno, el gas natural e incluso el agua está aumentando
en las regiones en desarrollo.
Grandes áreas
del mundo siguen estando desatendidas por los principales oleoductos debido
a los desafíos inherentes al establecimiento de proyectos a gran
escala en entornos hostiles o incluso peligrosos, como desiertos, selvas,
regiones árticas o montañosas.
Para agravar
el problema, los productos viscosos, como el petróleo crudo, deben
mantenerse a una temperatura constante y predecible durante el transporte,
un requisito que es difícil de cumplir en entornos extremos a kilómetros
de distancia de la infraestructura eléctrica establecida. El transporte
por carretera ofrece una alternativa a la construcción de tuberías
largas, pero en la mayoría de los casos este método es demasiado
inseguro o ineficiente para brindar una solución viable a largo
plazo.
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