A principios
de septiembre, Emmanuel Macron había manifestado su negativa a hacerse
cargo del proyecto MidCat (Midi-Cataluña) que le parecía
de otra época, demasiado caro y poco adecuado a los retos medioambientales.
"No entiendo por qué saltaríamos como cabras de los Pirineos
sobre este tema para explicar que solucionaría el problema del gas:
es falso", había decidido el 5 de septiembre. MidCat, en su versión
maxi, costaría 3.000 millones de euros, dos tercios de los cuales
correrían a cargo de Francia. La duración de la obra (cinco
años como mínimo) la hizo ineficaz para resolver la urgencia
de la crisis actual.
Con el BarMar,
Francia se ahorra los dos tercios del coste y el problema de la urgencia
en la crisis actual ya no importa, porque ahora hay que partir de cero.
Durante mucho
tiempo, los franceses se han mostrado reacios a conectar España.
Los argumentos eran numerosos en su momento: Francia, con su energía
nuclear y su gas argelino, no necesitaba el gas natural licuado que importaban
los españoles. En otras palabras, Francia no tenía prisa
por abrir su mercado. Además, los ecologistas de Occitania se indignaron
porque el gasoducto MidCat atraviesa, un metro bajo tierra, 44 municipios
del Aude y 51 de los Pirineos Orientales con varias estaciones compresoras.
España,
por su parte, ha invertido y cuenta con seis terminales de GNL, financiadas
con los fondos de cohesión europeos. Portugal tiene una terminal.
España tiene sobrecapacidad y necesitaría un gran tránsito
de GNL estadounidense para rentabilizar estas terminales.
Entre otros
gases renovables, el proyecto allana el camino para el transporte de hidrógeno
“verde” procedente de energías renovables.
Pero para Phuc-Vinh
Nguyen, investigador en política energética del Instituto
Delors, contactado por euractiv “por el momento el proyecto es nebuloso”.
Según
él, “la ausencia de un calendario anunciado, y sobre todo el hecho
de que volvamos a apostar por el hidrógeno sin haber aclarado sus
usos prioritarios, deja a uno con la duda”.
Al igual que
otros expertos, el Sr. Nguyen se muestra escéptico sobre este argumento
del transporte de hidrógeno verde que justifica el desarrollo de
este nuevo proyecto.
“Parece menos
faraónico y encerrado en el fósil que MidCat a primera vista.
Ya veremos”, tuitea Nicolas Goldberg, Senior Manager Energy de Colombus
Consulting.
LOS PROBLEMAS
ECOLÓGICOS
Respecto al
abandono del Midcat, en los Pirineos Orientales, el colectivo local "Non
au MidCat" dice sentirse " aliviado si el proyecto del gasoducto evita
dejar cicatrices en los Pirineos, el Rosellón y las Corbières".
Pero los opositores al gasoducto franco-español creen que este nuevo
proyecto sigue siendo "una aberración para el clima y la biodiversidad".
Según
Philippe Assens, portavoz del colectivo, “los fondos marinos del Mediterráneo
entre Barcelona y Marsella son extremadamente ricos y están en peligro.
Estos fondos marinos también se benefician de una alta protección
ambiental con el Parque Natural Marino del Golfo de León, por ejemplo,
en el del mismo modo que los Pirineos". Estos defensores del medioambiente
añaden que esta opción subacuática sería además
“de un coste económico desmesurado en un momento en el que las prioridades
son planificar decididamente alternativas sostenibles”.
IMPACTO MEDIOAMBIENTAL
DE GASODUCTOS
En términos
medioambientales, los gasoductos son un riesgo potencial de una catástrofe
ambiental. Los impactos ambientales intrínsecos a la construcción
del gasoducto son relativamente bajos. Sin embargo, la explotación
posterior de los gasoductos tiene un potencial de alto riesgo asociado
a roturas de gasoductos.
La construcción
de gasoductos es un proceso complicado y tiene impacto negativo en la vida
marina debido a la longitud de los gasoductos (miles de kilómetros).
En el proceso de instalación, las tuberías se colocan directamente
sobre el lecho marino o se entierran en los sedimentos. La excavación
de zanjas para enterrar la tubería perturba la vida marina en el
proceso de instalación.
Pero estos
riesgos se corrigen en periodos de 2 años para suelos blandos y
10 años para suelos duros. El problema es que si hay escapes de
gas, el Mediterráneo no tiene la misma capacidad de amortiguar el
desastre que mares abiertos, como ha sucedido en Dinamarca.
En primer lugar,
la implementación de un proyecto de construcción de un gasoducto
comienza con una Evaluación de impacto ambiental (EIA) y estudios
de Evaluación de impacto ambiental y social (ESIA) que deben llegar
a la conclusión de que no hay impactos significativos en el medio
ambiente antes de que se pueda aprobar el proyecto. Además, hay
varias formas de disminuir los impactos ambientales asociados con la construcción
de tuberías, a saber, elegir rutas de tuberías que tengan
la menor perturbación de la vida silvestre y la vegetación
costera y marina, junto con las características geológicas
suavemente inclinadas del lecho marino.
De manera similar,
la aplicación de nuevas tecnologías de construcción
de gasoductos disminuirá el riesgo de roturas de gasoductos en el
curso de la explotación del gasoducto.
Hoy en día,
se practica ampliamente la instalación de tuberías de alta
calidad hechas de aleaciones de acero resistentes a la corrosión
con capacidad para soportar altas presiones.
Otra forma
de mitigación es el refuerzo de las tuberías tendidas cerca
de la costa recubriéndolas con hormigón para evitar daños
externos por embarcaciones y diferentes actividades antropológicas
marinas.
Debido a la
implementación de estas nuevas tecnologías, las rupturas
de tuberías son cada vez menos frecuentes.
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