La solución
no es sencilla. Los datos son claros: la capacidad de los hogares y las
empresas para pagar los préstamos puede verse debilitada por el
aumento de los precios de los bienes y servicios. Debido a que la inflación
es causada principalmente por precios de importación más
altos que se trasladan a los precios de muchos productos, el poder adquisitivo
de los hogares españoles se está deteriorando y el sector
privado no puede aumentar salarios. El sector público lo está
haciendo, pero a costa de que a partir de 2023 haya que pagar unos intereses
por la deuda pública española difícil de sostener
sin recortes sociales gravísimos.
Debido al aumento
de los precios al consumidor, a los hogares les queda menos dinero para
pagar sus préstamos hipotecarios.
Por otro lado,
la economía europea sufre una pérdida de términos
de intercambio si el valor de las importaciones aumenta más rápido
que el de las exportaciones. Esto también puede ejercer presión
sobre la capacidad de pago de las empresas. Esto puede resultar en más
incumplimientos para los bancos, que a su vez sufren pérdidas en
los préstamos pendientes.
Los precios
de importación más altos también puede reducir el
consumo y la inversión, lo que lleva a una contracción del
crecimiento económico y de la futura capacidad de pago de los hogares
y las empresas. La inflación puede hacer que los acreedores, como
los bancos, vean reducido el valor real de su cartera de préstamos:
los deudores, como los hogares con una hipoteca, al fin y al cabo, devolver
los euros que valen menos en el futuro. Los bancos otorgan préstamos
a largo plazo que financian con deuda a corto plazo. Debido a que estas
deudas deben refinanciarse con regularidad y los acreedores del banco exigen
tipos de interés nominales más altas para compensar la inflación,
esto podría conducir a mayores costes de financiación.
El impacto
de este efecto depende de la medida en que los bancos puedan cubrir este
riesgo utilizando derivados. Sobre la base de datos públicos, no
es posible estimar en qué medida los bancos cubren esto y qué
contrapartes han asumido este riesgo.
¿SE
ENCUENTRA EL MERCADO DE LA VIVIENDA EN UN “PUNTO DE INFLEXIÓN”?
Ni el Fondo
Monetario Internacional (IMF) parece tenerlo claro porque el interrogante
aparece en el último Informe de Estabilidad Financiera Global del
organismo, publicado este martes.
¿Hasta
dónde podrían llegar esas caídas “significativas”
de precios? A esa pregunta sí responde el informe, que a partir
de un modelo predictivo estima que en el peor de los escenarios las economías
emergentes verían retroceder los precios de la vivienda hasta 23.5%,
que se reduciría en los países avanzados a un 10.6%. La perspectiva
para estas últimas, en definitiva, es mejor que en el último
informe, del pasado abril; y lo contrario sucede con las emergentes.
No obstante,
el documento advierte que esta predicción no es incompatible con
“un crecimiento medio de los precios de las casas estimado en el 5% para
los próximos tres años en algunas regiones”. Y señala
los diferentes factores que podrían conducir hacia ese escenario
adverso: en Europa la asequibilidad (es decir, el desequilibrio entre precios
e ingresos) presiona menos que en Asia o América; pero las condiciones
financieras y el (pobre) crecimiento económico esperado pesan más.
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