Durante la
etapa de bonanza, cuando las casas se revalorizaban por encima del 10%
cada año, suscribir una hipoteca por más del 80% del valor
de tasación de la vivienda no era tan arriesgado como ahora porque
al cabo de 12 meses la relación entre la cuantía del dinero
prestado y el valor del inmueble (RPV), volvía a estar por debajo
de ese temido 80%.
El indicador
sobre la situación financiera de las familias es el RPV que es el
ratio de deuda sobre el valor de un inmueble, es decir, el porcentaje de
capital prestado sobre el valor real para nuevas operaciones de adquisición
de viviendas.
El RPV valora
la fortaleza o vulnerabilidad situación financiera de las familias.
Un valor elevado de esta variable indica que los hogares realizan un desembolso
reducido en el momento de la compra de la vivienda y, por tanto, tendrán
que hacer frente a pagos relativamente elevados durante la vida del préstamo.
Por el contrario,
un valor reducido, indica que los hogares centran el mayor esfuerzo en
el momento del acceso a la vivienda y los pagos durante la vida del préstamo
serán más reducidos.
Según
Tinsa, de la totalidad de préstamos concedidos para la compra de
una vivienda, de media, estos cubren el 64,8% del valor de dichas viviendas.
Esta cifra
ha decrecido un punto y medio (1,5) en los últimos 3 años,
lo que indica que se solicita menos financiación para las compras
de vivienda y que, quien compra, dispone de mayores recursos propios. Es
decir, el ahorro generado durante la pandemia.
Mientras que
en 2018 el 14,8 % de los préstamos superaban el 80% del RPV, en
2019 fueron 12,1 % y en 2020 la cifra seguía bajando hasta 9, 1%
e incluso el 8,8 % en el 2º trimestre.
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