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17 de septiembre de 2020
 
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LA CONCESIÓN PÚBLICO PRIVADA DE INFRAESTRUCTURAS COMO RESPUESTA COMPLEMENTARIA A LAS POLÍTICAS EUROPEAS AL COVID-19. EL EJEMPLO DE LAS CONCESIONES HOSPITALARIAS
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¿Qué debe saber un profesional en un caso práctico como el de la noticia?
  • En el ámbito de las políticas sanitarias, es previsible que se profundice la política de cooperación público-privada, es decir, de financiación de la prestación de servicios privados con dinero público, muy extendida por gobiernos como Madrid, Galicia, y cada vez más el de Andalucía.  
  • La UE ha propuesto al menos cuatro instrumentos, algunos una mera extensión de algunos preexistentes, para abordar la crisis desencadenada por la pandemia.
España tendrá acceso a 140.000 millones de euros, durante seis años, de los que 72.700 millones serán transferencias, que será la cifra que más importa. Una cifra significativa, pero a una distancia enorme de lo necesario, más aún cuando toda la política económica del gobierno disparará la deuda pública al menos al 120 por ciento en 2021, un aumento de veinte puntos en apenas un año. Mientras tanto, ha confiado su cobertura a fondos europeos, renunciando a su propia política basada en una reforma fiscal progresiva -se descarta el impuesto sobre el patrimonio o un gran aumento de la tasa efectiva del impuesto de sociedades- sin impulsar una política sólida de inversión pública en salud, educación o cambio de modelo energético, dejando pocas mejoras significativas y descartando la revisión de compromisos de deuda pública, por ejemplo.

 
CONCESIONES HOSPITALARIAS.


Dado que las políticas nacionales están a la espera de que los fondos europeos apoyen sus iniciativas, y no se prevé una política fiscal ambiciosa, no se puede esperar que el sector público pueda llegar a la altura de la crisis económica, energética o climática. Y tampoco lo hará en relación con esta crisis provocada por la pandemia. Según los expertos consultados por inmoley.com, el resultado de todo esto sea una combinación de deuda pública, futuros recortes en los servicios públicos, ajustes salariales, desempleo y quizás nuevos paquetes de impuestos indirectos. En el ámbito de las políticas sanitarias, es previsible que se profundice la política de cooperación público-privada, es decir, de financiación de la prestación de servicios privados con dinero público, muy extendida por gobiernos como Madrid, Galicia, y cada vez más el de Andalucía.  

Los escasos recursos disponibles tampoco se destinarán a una gran política de inversión pública para la atención social y sanitaria, y para la transición energética o cambio de modelo productivo. Las medidas de escudo social propuestas, aunque sean un elemento diferenciador del gobierno español, no son suficientes, no llegan como se ha dicho, no resuelven los problemas de fondo, y subirán la deuda del próximo período. Y las deudas de hoy serán los recortes y la mercantilización de lo común, la precariedad de los derechos laborales, la intensificación del trabajo y la desigualdad social del mañana.

La crisis económica, agravada por la pandemia, ha generado un contexto muy grave de socialización de pérdidas, costes laborales y deudas privadas que han terminado respaldadas por el erario público. La interrupción del Pacto de Estabilidad es temporal. Una vez que pase la crisis sanitaria, finalice el período excepcional y vuelva a ser aplicable el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, volverá la Troika o una política equivalente.

En ausencia de un fondo solidario suficiente, por ejemplo, un amplio fondo soberano supranacional conjunto y redistributivo, para impulsar una política de inversión pública enfocada en el área socio-sanitaria y un cambio en el modelo productivo, la crisis será fuerte y duradera, y el implacable aumento de la deuda pública.

LA SOLUCIÓN FINANCIERA EUROPEA A LA PANDEMIA

Es importante destacar que las vertiginosas cifras que adelantan las instituciones europeas son estimaciones máximas del potencial financiero tras asumir un efecto multiplicador de lo que en realidad son menores inyecciones de capital. Debemos tener en cuenta que para una inversión directa, un subsidio de costes o préstamos, la política de ofrecer garantías para la emisión de bonos en los mercados financieros, las condiciones de acceso o el destino de uso admisible no son lo mismo. Los denominados instrumentos financieros (que proporcionan capital para respaldar una emisión de bonos) suelen proporcionar un multiplicador financiero más alto, de ahí las cifras espectaculares, aunque esto rara vez se materializa en la práctica como se anuncia. Presupone una operación en el que participan bancos, inversores y empresas, que operan con dinero respaldado por recursos públicos, dejando comisiones, malos pagos de préstamos, e inversiones públicas preferidas no realizadas en el camino. Además, sus consecuencias y beneficiarios no son los mismos, porque los préstamos conllevan endeudamiento y normalmente benefician a las corporaciones privadas que pueden acceder a ellos, promoviendo soluciones de mercado rentables. 

Mientras tanto, los subsidios y las inversiones públicas directas tienden a orientarse hacia políticas que no necesariamente están sujetas a la empresa privada, excepto cuando se movilizan a través de fórmulas de cooperación público-privada.

Así, ante la pandemia, la Unión Europea estableció inicialmente ayudas económicas de hasta 540 mil millones (Lucía y Albarracín, 2020b), cuyo grado de uso depende de lo que los estados miembros finalmente soliciten, así:
 

  • Programas a través del Banco de Inversiones (BEI). Los estados aportarán un fondo de 25.000 millones adicionales para este programa. Con la emisión de bonos en los mercados, garantizados por esta cápita pública, podría producirse un efecto multiplicador de hasta 200.000 millones en forma de préstamos garantizados para empresas a escala europea.
  • Programa SURE. Se destinarán 100.000 millones para cubrir los costes salariales derivados de la paralización de la actividad económica. Esto podría servir para cubrir el plan de cese temporal ERTE en el caso español bajo la financiación del programa de ayudas al desempleo de la UE, respaldado por garantías públicas de los estados hasta el 25 por ciento, creado sin la intención de ser un sistema europeo de reaseguro de desempleo.
  • Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), con 240.000 millones de euros (Albarracín, D. 2020) de potencial crediticio total, y un máximo del 2% del PIB de cada país. Se trata de préstamos sujetos a condicionalidad a través de un memorando de entendimiento y control de la Troika, exigiendo respeto por la disciplina fiscal y de gastos. La experiencia de Grecia en 2015 es la más conocida. Todos los estados podrán tener acceso, siempre que acuerden gastar el dinero en cuestiones relacionadas con la atención médica. Anticipamos que este recurso se utilizará una vez que se agoten los demás, ya que es el que más compromisos conlleva.
A continuación, el pasado mes de julio, a falta de ratificación y concreción en el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo, el Eurogrupo llegó a un acuerdo para movilizar un Fondo Europeo de Recuperación, denominado Next Generation EU, que, por primera vez, utilizará el presupuesto europeo para emitir deuda pública europea, por un potencial financiero de 750.000 millones de euros. Por tanto, lo que se ha creado es un macroinstrumento financiero respaldado por el presupuesto europeo, que es una novedad respecto al antiguo sistema intergubernamental canalizado por el BEI.

De ellos, 390.000 millones de euros serán en forma de transferencias, lo que equivale a solo el 0,7 por ciento de la producción económica de la UE en tres años. El resto sería en forma de préstamos. Estos se utilizarán menos o más tarde, dado que la política monetaria del BCE facilitará una financiación barata en los mercados financieros.

Los paquetes económicos del Fondo de la UE para la próxima generación se organizarán en programas. Serán los siguientes:

• El Fondo de Recuperación y Resiliencia (FRR), será el principal con un total de 672.500 millones de euros, de los que 360.000 millones son préstamos y 312.500 millones transferencias. Financiaría programas definidos por gobiernos que pasen la aprobación del resto de Estados miembros.
• ReactEU: 47,5 mil millones de euros. Apoyará iniciativas cuyo perfil apenas está definido y que podrían dar lugar a fórmulas de capitalismo verde, que podrían beneficiar a las empresas energéticas y afines, y a la economía digital.  
• Horizonte Europa: 5 000 millones de euros. Iniciativas científicas y de investigación.
• InvestEU: 5.600 millones de euros. Fomentar la inversión, especialmente privada, en la UE. La experiencia demuestra que financia inversiones que de todos modos se realizarían, concentrándose en las economías más rentables.
• Desarrollo rural: 7.500 millones de euros
• Fondo de Transición Justa (JTF): 10.000 millones de euros. Promoverá inversiones públicas y privadas concebidas en el European Green Deal, según los parámetros del capitalismo verde criticados por Daniel Tanuro (2012).
• RescEU: 1.900 millones de euros. Se trata de un mecanismo de protección civil que también intentará suplir la falta de equipamiento médico, a través de la producción, compra y almacenamiento centralizado.
En suma, los fines prioritarios de la utilidad social, en materia sanitaria y ecológica, apenas cuentan con 11.900 millones de euros reservados para toda la UE, bajo un formato susceptible en gran medida de negocio por iniciativa privada.

La definición de nuevos recursos específicos, impuestos para financiar el presupuesto europeo, aún está por decidirse. Se habla de un impuesto al plástico, de permisos para contaminar, de derechos de emisión de carbono a las empresas importadoras, que según el Consejo Europeo podría, en total, recaudar 31.000 millones de euros anuales. Pero que no recaudarán lo suficiente ni resolverán el problema climático por sí mismos y representarán impuestos regresivos. El impuesto a las transacciones financieras, el impuesto de Google o un determinado apartado armonizado del impuesto de sociedades, serían más interesantes, aunque insuficientes y lejos de una fiscalidad progresiva o una cooperación fiscal armonizada.

El Fondo de la UE de próxima generación permitirá a los gobiernos proponer su programa financiero susceptible de ser financiado. La Troika no estará allí, pero su espíritu penetrará en toda la iniciativa. No solo las instituciones europeas tendrán que validarlo, sino que también contará con un freno de emergencia que cualquier estado miembro puede activar si considera que otro país está incumpliendo los principios del acuerdo, una combinación de la reactivación privada de la economía y la capacidad para pagar las deudas. El espíritu de la Troika no será encarnado directamente por el BCE, el FMI o la Comisión Europea, sino que se sentará en cada gabinete de gobierno, autocensurándose, o vendrá a posteriori a través del potencial veto de uno de los gobiernos que no lo apoyan, como Holanda o Austria.

Por si esto fuera poco, se ignorará la polémica de los derechos humanos de los países del Club Visegrad, como Hungría o Polonia, mientras que los descuentos para países centroeuropeos, que ya existían como los conocidos y ahora desaparecidos El cheque británico, continuará, para que no tengan que contribuir tanto como deberían al presupuesto europeo. Hasta 1.124 millones de euros anuales dejarán de ser aportados por los países “frugal”, para disuadirlos de aceptar este Fondo. Así ha sucedido con los Países Bajos (cuyo descuento compensatorio aumenta de 1.576 a 1.921 millones anuales), Dinamarca (de 197 a 377), Austria (de 237 a 565) y Suecia (de 798 a 1.609). Alemania permanece como estaba (3.671 millones de euros al año).

En total, estimamos una financiación máxima de estas medidas de 1,29 billones de euros que, sumado a la política de préstamos y compras del BCE, representaría un total potencial de 1,94 billones de euros, que redondeado podría ser el 13,9 por ciento del PIB europeo, si consideramos que estos estímulos lo serán durante unos seis años, y que seguramente ni la mitad se aprovechará. A modo de comparación, en la variación interanual del segundo trimestre de 2020, el PIB de la UE cayó un 14,4% en comparación con el mismo período del año anterior. La recuperación de la economía será lenta. En otras palabras, la política pública europea está muy lejos de poder hacer frente, en tamaño o contenido, a esta crisis, o las que vendrán.
 

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