La Due Diligence inmobiliaria
(auditoría legal inmobiliaria) tiene una ventaja muy sencilla de
comprender: puede limitar las sorpresas posteriores a la inversión
inmobiliaria.
También tiene un problema:
necesita tiempo. A veces el inversor inmobiliario no experimentado olvida
la principal regla de toda inversión: no apresurarse en llegar a
un acuerdo sin valorar todos los riesgos que hay en juego.
Esto significa que sin una
Due Diligence inmobiliaria previa no se debe invertir porque es como tirarse
a una piscina con una venda en los ojos. El inversor inmobiliario experimentado
sabe que puede que no haya agua en la piscina, por eso nunca verá
una inversión inmobiliaria profesional sin una due diligence inmobiliaria
previa.
Pero si bien es cierto que
una inversión inmobiliaria sin Due Diligence es una bomba de relojería,
no lo es menos una Due Diligence incompleta.
La adquisición de
bienes inmuebles requiere una Due Diligence intensiva para descubrir información
clave que puede no ser fácilmente aparente o estar disponible al
evaluar el valor de los inmuebles. Estos detalles ocultos pueden transformar
una operación rentable en un caro fracaso.
Los objetivos principales
de la Due diligence inmobiliaria son inspeccionar a fondo las obligaciones
de la propiedad y mitigar las incertidumbres financieras. Los posibles
compradores deben examinar las restricciones urbanísticas y los
gravámenes potenciales.
Por ejemplo, la compra de
una propiedad que genera ingresos, como un edificio de apartamentos, requerirá
que el inversor inmobiliario verifique los contratos de arrendamiento y
examine el historial de pagos de las rentas. De lo contrario, el inversor
no puede garantizar la estabilidad financiera del flujo de ingresos previsto.
Los inversores también
deben asegurarse de que una propiedad o edificio cumpla con las leyes actuales,
pero también de las potenciales en el futuro.
Un caso es la sostenibilidad
ambiental y la responsabilidad. Los inversores deben estar informados de
posibles cambios en una fecha posterior, en algunos casos a varios años
vista. Por ejemplo, puede que la contaminación que genera el edificio
sea aceptable a la fecha de compra, pero si el legislador prevé
una reforma medioambiental, no hay duda de que conllevará una rehabilitación
edificatoria muy costosa. Esta es la razón por la que los bancos
prefieren financiar edificios verdes, no quieren riesgos ni rehabilitaciones
a futuro.
Aunque los vendedores están
legalmente obligados a proporcionar información sobre las características
físicas de una propiedad, como servidumbres, gravámenes y
otras restricciones, es prudente que el inversor revise y valide toda la
documentación edificatoria, urbanística, fiscal, etc. No
es fácil saber todo lo que hay que pedir. La experiencia diaria
nos sorprende cada día porque siempre se escapa algo.
En relación al urbanismo,
una táctica inteligente es pasarse por el ayuntamiento para garantizar
que el uso actual y previsto del inmueble cumpla con las regulaciones urbanísticas
y las clasificaciones de uso del suelo.
La Due Diligence se extiende
más allá de los asuntos relacionados con la propiedad que
se adquiere. Antes de aventurarse en una inversión inmobiliaria
no está de más investigar la reputación y el historial
del vendedor y de los arrendatarios que pagarán las rentas que sostienen
la inversión. Por eso los bancos financian las compras de oficinas
alquiladas a empresas de primer nivel. No quieren sorpresas.
Cada transacción de
bienes inmuebles es diferente y requiere un plan de Due Diligence único.
Moverse demasiado rápido y no realizar una Due Diligence inmobiliaria
puede crear problemas incluso para los inversores más experimentados.
De estos temas se trata desde
una perspectiva práctica y profesional en la guía práctica
de la Due Diligence inmobiliaria. Auditoría legal inmobiliaria. |