¿Cuáles
son las características del actual contexto en que se desarrollan
las políticas de ordenación territorial y urbanística
en Extremadura?
Esencialmente
es un escenario de cambio, en el que hay que establecer las nuevas reglas
que nos permitan afrontar con éxito los retos de un territorio “posagrario”
de baja densidad demográfica, que busca la sostenibilidad como eje
de su supervivencia y en el que el mayor número de municipios es
de menos de 2000 habitantes.
Esa necesidad
nos obliga a buscar nuevas maneras de gestionar el uso del suelo, precisándose
como base legal nuevas normas. De ahí el esfuerzo legislativo y
normativo realizado en los últimos años por la Junta de Extremadura.
El desarrollo
sostenible que propugna la ONU, y que contempla la Agenda Urbana Española,
se incorpora a nuestra reciente Ley de Ordenación Territorial y
Urbanística Sostenible (LOTUS) de manera efectiva, como un criterio
de ordenación básico.
Entendiendo
de una manera amplia, que una ordenación sostenible está
vinculada necesariamente a la conservación de los patrimonios medioambiental
y cultural, así como a la accesibilidad, la movilidad, la participación
pública y a la perspectiva de género.
La participación
en los procesos urbanísticos, ¿novedad, moda, obligación,
necesidad?
La información
pública ha sido una exigencia tradicional en la tramitación
de instrumentos de ordenación. En ocasiones un requisito teórico
con escasa trascendencia práctica.
Un urbanismo
que renuncie a la implicación y participación pública,
presenta dos graves inconvenientes: pierde una oportunidad de mejora o
enriquecimiento y propicia la desafección respecto a la norma.
La participación
pública es una oportunidad ventajosa, que no debemos eludir y nos
ofrece un planeamiento más adaptado a la realidad.
¿Podemos
hablar de diferentes funciones sociales y condiciones de uso del espacio
urbano, por razón de género?
Es evidente
que cada persona usa y percibe el espacio urbano, según su experiencia
particular. Por lo tanto, con independencia de géneros, diferentes
regímenes de uso demandan diferentes condiciones urbanas.
Pongamos el
ejemplo de dos casos diferenciados. Por un lado, una persona que realice
a diario desplazamientos periurbanos conduciendo vehículo propio
y por otro, una segunda persona, que dependa del transporte público
o que esté obligada a desplazamientos peatonales. Pues bien, a día
de hoy, este es el caso de muchas mujeres. Sus necesidades de espacios
públicos, infraestructuras y equipamientos son radicalmente distintas.
Por ello una planificación urbana realizada desde una perspectiva
única y parcial, siempre será inadecuada.
También
debemos reconocer que en nuestra sociedad, no contamos con una distribución
homogénea entre géneros de responsabilidades, competencias,
retribuciones, etc. Por ello, incorporar perspectiva de género en
la ordenación, equivale a dotarla de sensibilidad y análisis
hacia esas formas menos visibles y prototípicas de uso de la ciudad,
hasta ahora, desarrolladas mayoritariamente por mujeres.
¿Cómo
pueden incorporarse la participación y la perspectiva de género
a la ordenación territorial y urbanística?
Su incorporación
no debe reducirse a una simple invocación, a modo de principios
filosóficos inspiradores.
El planeamiento
es esencialmente un instrumento que concreta en términos técnicos
y jurídicos, unas reglas específicas para el uso de un suelo.
Por ello la LOTUS, al establecer los criterios de ordenación sostenible,
traslada a los instrumentos de ordenación territorial y urbanística
un conjunto de requisitos concretos, en cuanto a su contenido y justificación.
Además
del estricto contenido que figura en la nueva LOTUS, ésta contempla
el desarrollo reglamentario de estas materias y la elaboración de
normas técnicas de planeamiento, como las recientemente aprobadas
Normas Técnicas para la integración de la dimensión
de género en la ordenación territorial y urbanística
de Extremadura.
¿Qué
efecto previsible a medio plazo puede tener la adopción de la perspectiva
de género en la ordenación territorial y urbanística?
La cuestión
fundamental es que hoy en día somos conscientes de que debemos evolucionar
hacia una sociedad inclusiva compleja y sostenible. Por nuestro interés
y supervivencia. Así, cualquier avance en ese sentido, que adoptemos
en nuestras reglas de convivencia será un paso positivo.
Nuestra disciplina
no tiene el suficiente peso como para constituirse en resorte básico
de un cambio social, pero debe adaptarse a los cambios de la sociedad,
a la que pretende ser útil.
Todas las pequeñas
mejoras que una ordenación sensible pueda incorporar en el planeamiento,
serán mejoras en el bienestar general y en el desarrollo cotidiano
de la vida particular de cada persona.
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informe (96 págs.)
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