Los promotores
inmobiliarios tienen serias dificultades derivadas principalmente de la
generación de suelo finalista. En determinadas localizaciones es
labor de la Administración la generación de suelo finalista
y, en este sentido, existen muchas dificultades con independencia del tamaño
de los Ayuntamientos. La ausencia de suelo y/o la lentitud en la salida
de éstos, en detrimento de la demanda, está muy ligada al
trámite administrativo, que sigue siendo muy lento. Además
la tramitación de licencias se encuentra también en situación
semejante.
Todo ello genera
riesgos, costes, incertidumbre y ralentiza los proyectos, lo que irremediablemente
se traslada al precio de las viviendas.
Asimismo, existe
una preocupación creciente por las paralizaciones en los tribunales
de planeamientos en vigor.
El suelo, en
cuanto a la evolución de su precio, es función directa de
la evolución de los precios de venta finales de las viviendas y
no a la inversa.
Existe una
enorme preocupación en muchos mercados en los que el suelo finalista
se está agotando y los ayuntamientos están impidiendo que
se desarrolle suelo nuevo, de modo que en un futuro próximo podríamos
ver graves problemas en la evolución de los precios del suelo y
en el déficit de oferta de vivienda nueva en dichos municipios.
El suelo finalista
será el bien preciado que demandarán todas las promotoras,
pero con intensidad muy destacable las cotizadas en bolsa. La necesidad
de incorporar nuevos suelos a sus carteras que les permitan cumplir con
sus objetivos de producción de miles de viviendas al año
provocarán un efecto beneficioso en la recuperación acelerada
de mercados secundarios que actualmente no habían disfrutado de
la recuperación del sector, ni de la entrada de liquidez en el mercado
español.
Por lo tanto,
solo será el gran protagonista del mercado residencial como siempre
lo ha sido pero con una intensidad creciente.
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