Según
la vanguardia, casi la mitad de las urbanizaciones del Baix Llobregat están
pendientes de regularizar. De las 103 existentes en la actualidad –distribuidas
en 22 municipios-, solo 55 tienen los papeles en regla. El resto presentan
deficiencias urbanísticas, de suministros básicos o directamente
carecen de infraestructuras como iluminación o alcantarillado. Son
datos del catálogo de urbanizaciones que hizo público el
departamento de Territori de la Generalitat en 2015. Desde entonces, solo
en algunos casos se han hecho los deberes y pocas urbanizaciones han conseguido
salir de la lista negra, como es el caso del Poal, en Castelldefels, tal
y como concretan desde el consistorio. Pero, en general, la situación
no ha cambiado sustancialmente en estos tres años.
Unos datos
que guardan relación, aunque a escala mayor, a los del resto de
Catalunya, donde alrededor de la mitad de las 1.500 urbanizaciones que
se tienen controladas como tal están pendientes de regularizar.
Una problemática que para Ferran Barba, jefe del servicio de Urbanismo
de la Diputación, “es la gran asignatura pendiente del urbanismo
del país”. Una sentencia que pronuncia durante una conversación
con El Llobregat y que, para entenderla, hay que viajar atrás en
el tiempo.
Antes de entrar
en materia, es necesario clarificar qué se entiende por ‘regularizar’
una urbanización. Este concepto hace referencia al cumplimiento
de las obligaciones urbanísticas, es decir, que se hayan llevado
a cabo todas las obras de urbanización por parte de los parcelistas
y que, finalmente, se entreguen al ayuntamiento de turno para que las recepcione
y, a partir de ese momento, pase a mantenerlas de manera obligatoria.
Los procesos
urbanísticos se suelen hacer de golpe y, en pocos años, quedar
listos. Pero en el caso de las urbanizaciones, los esquemas se rompen en
mil pedazos. Y todo porque la mayoría de estas comenzaron a construirse
a mitades de siglo XX, “cuando la regulación urbanística
no estaba bien definida y no había planes urbanísticos en
muchos sitios”, rememora Barba. A diferencia de hoy día, en que
son necesarios múltiples permisos y el proceso para construir –afortunadamente-
es más lento, por aquel entonces las cosas eran excesivamente simples:
un payés que tuviera un terreno lo vendía o se ponía
en contacto con un promotor poco profesional y hacía negocio.
Hay que añadir
al cóctel el hecho de que por aquel entonces no había administraciones
democráticas y que la regulación urbanística era muy
débil. Por eso, muchos promotores se limitaron a construir casas
con cuatro calles mal hechas y sin servicios básicos como iluminación,
alcantarillado o pavimento, tras lo cual se desentendían. Pasaron
los años y nadie se hizo cargo del mantenimiento de unas zonas que,
de manera lógica, se iban deteriorando con el paso del tiempo. Y
de aquellos lodos estos barros.
Actualmente
encontramos una serie de urbanizaciones deterioradas, sin servicios básicos,
con problemas de accesibilidad para la gente mayor que vive en ellas –puesto
que la casa que, en un principio, iba a servir de segunda residencia, se
acabaría convirtiendo en primera o bien ha sido la salvaguarda de
muchas familias que no podían hacer frente a los precios de la vivienda
de las ciudades- y sin un promotor profesional detrás para solventarlo.
La responsabilidad recae, pues, en los parcelistas, que muy a menudo están
a la greña y no se ponen de acuerdo para remar en la misma dirección.
La casuística,
no obstante, es muy diversa, puesto que en algunos casos los ayuntamientos
se hacen cargo del cuidado –como pueden- de estas zonas, pese a no estar
regularizadas. Por todo ello, Barba considera que el problema de las urbanizaciones
tiende a agudizarse. “Tenemos un problema social cada vez más grande”,
avisa el técnico, que afirma que muchos de estos núcleos
aislados y deteriorados sirven como base para llevar a cabo actividades
al margen de la legalidad, como tráfico de drogas u ocupaciones.
Y es que la
seguridad es una de las principales preocupaciones de los vecinos de las
urbanizaciones en la comarca. El aislamiento de estos núcleos dispersos
son un caldo de cultivo para ladrones y grupos organizados. Preguntado
por El Llobregat sobre esta cuestión, el jefe de los Mossos en la
Región Metropolitana Sur, Joan Portals, reconoce el inconveniente
de su situación apartada, pero asegura que el cuerpo patrulla y
tiene presencia en estas zonas a través de operativos conjuntos
con las policías locales, desarrollados en puntos estratégicos
o en el transporte.
Unos cuerpos
de policía local a menudo con pocos efectivos. Este es el caso de
Castellví de Rosanes, que cuenta con 2 agentes. “Como son casas
aisladas, es más fácil llevar a cabo robos, aunque se ha
de decir que los vecinos están muy en alerta”, afirma a esta publicación
su alcalde, Joan Carles Almirall, que reconoce que los Mossos hacen una
“buena labor” de vigilancia en la zona. Ahora, el municipio está
a la espera de instalar cámaras de regulación del tráfico,
tras la negativa de Interior a colocar cámaras de video vigilancia.
Esta situación
de desamparo y de dificultades a la hora de prestar servicios en áreas
de población dispersa es para Antoni Poveda, vicepresidente de Movilidad
del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), un “drama”. “Muchas personas
se instalaron allí hace tiempo, y entonces era bonito”, reconoce,
Poveda, que abre una nueva derivada con la movilidad como telón
de fondo, ya que sus habitantes hacen un uso más intensivo del coche
para sus desplazamientos al no contar con una importante red de transporte
público.
Quien viene
alertando de esta situación desde hace algún tiempo es la
Sindicatura de Greuges. En sus informes anuales siempre suele dedicar un
espacio a las urbanizaciones con déficits. En 2013, además,
elaboró un informe en el que se destaca que las carencias de estas
zonas “representan un número elevado de las quejas que recibe la
institución en materia de urbanismo” y suponen una “vulneración
del derecho a una vivienda digna y adecuada”. Por este motivo, recomendó
la creación de un catálogo que recogiera estas urbanizaciones
y sus déficits, para así tener una visión general
de la problemática que ayudase a buscar soluciones.
LOS CATÁLOGOS
EXISTENTES
Sus plegarias
fueron escuchadas, y en 2015 el departamento de Territori de la Generalitat
publicó el catálogo en el que figuran estas urbanizaciones
y las carencias que presentan. Se trata de un documento de mucho valor
y un punto de partida importante, aunque ofrece datos a menudo incompletos
porque utilizaron encuestas para recabar la información, y muchos
ayuntamientos no contestaron. Es por ese motivo que la Diputació
de Barcelona, con la colaboración del AMB y los diferentes municipios,
ha comenzado a catalogar de nuevo las urbanizaciones con déficits
urbanísticos en el Baix Llobregat, una herramienta que actualizará
la información con la que se cuenta actualmente.
Este catálogo
se elaborará a lo largo de este inicio de año y bebe de la
experiencia ya completada del Garraf, donde ya se publicó un listado
de estas características. No obstante, desde hace un año
la Diputación, bajo el liderato político del diputado de
Urbanismo, el cervellonense Josep-Ramon Mut –hijo de una población,
Cervelló, en la que la problemática de las urbanizaciones
se hace patente día a día-, ofrece un programa específico
para urbanizaciones con deficiencias urbanísticas –calificadas como
UDUs-, para así “canalizar” la demanda que observaban los servicios
técnicos de la institución desde hacía años
por parte de ayuntamientos interesados en solucionar este problema.
Para este último
plan se han presentado 30 propuestas, de las que se han aceptado 10, que
son las que se están trabajando ahora mismo. Ninguna de ellas hace
referencia a una urbanización del Baix Llobregat. Tan solo una de
las 20 que se descartaron es de la comarca, y se trata de Can Vinyals,
en Esparreguera, según confirman también desde el ayuntamiento
de esa localidad.
Con anterioridad
a este plan novedoso, se venía trabajando en diferentes programas
de mejora de urbanizaciones con deficiencias en la comarca. En 3 urbanizaciones
de Vallirana, la Pinatella, Pla de Pèlag i Penya Forcada, se impulsaron
planes de diagnóstico y estrategia
–llamados DIES-,
mientras que en otras 3 de Cervelló –Puigmontmany, el Mirador i
Interclub-, se está finalizando un informe jurídico sobre
las competencias y disolución de las entidades urbanísticas
de conservación.
Sea como sea,
tanto el programa que se puso en marcha hace un año como estos anteriores
no sirven para resolver el problema, reconocen desde la Diputación,
ya que se trata de una cuestión que se ha de solucionar en una generación.
La voluntad del ente supramunicipal es “avanzar en la resolución
del problema y ayudar a los ayuntamientos”, erigiéndose como un
“interlocutor con el mundo local” para que se busquen sinergias incluso
con otras instituciones como la Agencia Catalana del Agua (ACA) o compañías
como Endesa.
Por lo general,
prosigue Barba, los ayuntamientos de la comarca han hecho muchos esfuerzos
para mejorar estas zonas, pero la legislación exige a las urbanizaciones
los mismos estándares que a las construcciones en barrios céntricos
de una ciudad. De hecho, las urbanizaciones catalanas ocupan como la superficie
de todos los núcleos urbanos y áreas industriales y de servicios
juntas, aunque tan solo albergan entre el 6 y el 8% de la población.
Es por esto que dichos esfuerzos, en ocasiones, no hayan sido muy pronunciados,
y se haya preferido mejorar los centros urbanos donde hay más gente
empadronada, que es la que finalmente vota, puesto que muchos de los vecinos
de las urbanizaciones lo son de fin de semana.
En este sentido,
Barba argumenta que un tramo de 100 metros tiene un coste “prácticamente
idéntico” al que tendrían estos mismos metros de calle en
el centro de una población. ¿La diferencia? Que mientras
que en la ciudad se paga entre 200 propietarios, en las urbanizaciones
este número se reduce a 20. Por tanto, los servicios básicos
son en ocasiones inasumibles para los ayuntamientos y parcelistas.
Esta problemática
se da con especial intensidad en Castellví de Rosanes, el municipio
más pequeño de la comarca en población. “Nuestros
recursos son limitados y nuestro espacio es horizontal, no vertical, y
los costes para mantener los kilómetros de calles son elevados”,
relata a El Llobregat Almirall, alcalde de la localidad.
Pese a esto,
los vecinos de las urbanizaciones reclaman tener los mismos derechos que
los que viven en el centro. Hace unos años, residentes de urbanizaciones
de la comarca unieron sus voces para reclamar más apoyo por parte
de las administraciones, a quienes acusaron de “falta de subvenciones”
para “soportar los prejuicios de las cuotas urbanísticas” derivadas
del proceso de desarrollo. Y en 2012, en Piera, varias familias residentes
en urbanizaciones elevaron al Síndic de Greuges una queja en la
que mostraban su disconformidad con el coste del transporte escolar de
sus hijos. La sindicatura avisó tanto al Consell Comarcal del Anoia
como al Ayuntamiento de Piera que garantizaran los medios para solucionarlo.
Sobre estas
cuestiones, Almirall defiende que para discernir si los residentes de las
urbanizaciones pagan más o menos en comparación con los servicios
que reciben sería necesario elaborar unas balanzas fiscales. El
edil detalla que, por ejemplo, el coste de la recogida de residuos y la
iluminación es mucho más alto que en el núcleo del
pueblo, aunque reconoce que los vecinos de las urbanizaciones pagan más
IBI.
MEJORAS IMPULSADAS
Y PREVISTAS
Como hemos
comentado con anterioridad, la situación no ha variado sustancialmente
desde 2015. Muchas de las urbanizaciones que entonces estaban en la lista
negra de déficits en la comarca siguen estando, exceptuando algún
caso puntual como El Poal, en Castelldefels, que ya está “totalmente
regularizada”, según confirman desde el Ayuntamiento. En el caso
de Bellamar, todavía está pendiente de resolver las deficiencias
en el alcantarillado.
Por su parte,
desde Esparreguera comentan que la situación de sus tres urbanizaciones
con déficits –Can Rial, Can Vinyals i el Mas d’en Gall- no ha variado
desde 2015, aunque destacan que se han aprobado inversiones para mejorar
los accesos a el Mas d’en Gall y Can Rial, se ha hecho llegar la fibra
óptica y se está trabajando en dos planes directores de iluminación
y alcantarillado, que legalizarán la red eléctrica, por una
parte, y pondrán fin a los vertidos al medio ambiente, por otra.
Desde Sant
Esteve Sesrovires, donde existen cinco urbanizaciones con deficiencias,
han pedido a la Dirección General de Infraestructuras de Movilidad
la ejecución inmediata de las mejoras en la B-224 para eliminar
sus puntos negros en el acceso a la escuela Àgora y a la urbanización
Masia Bach, donde se han registrado 135 accidentes en los últimos
5 años. Una derivada, la de la movilidad, que como ya se ha comentado
unas líneas más arriba se une a la retahíla de cuestiones
y desafíos que representan las urbanizaciones en el Baix Llobregat
y toda Cataluña.
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