Casa con dos
puertas mala es de guardar, dice el refrán. Si la casa cuenta con
diecisiete puertas más dos preciosos patios que abren Europa hacia
África, la cosa se complica todavía más. Puede que
no sea muy correcto, políticamente hablando, comenzar un análisis
de nuestro sector inmobiliario con un refrán tan español
como este. Al fin y al cabo, un refrán no es otra cosa que una expresión
popular repetida tradicionalmente de forma invariable, que se basa en la
experiencia y en la observación y en la que el pueblo expresa un
pensamiento moral, un consejo, una enseñanza.
Por supuesto,
las competencias en materia de vivienda, urbanismo y ordenación
del territorio, son exclusivas de las comunidades autónomas. Esas
diecisiete puertas están esculpidas sobre la riqueza que aporta
a España su diversidad territorial y cultural; riqueza que, desde
luego, no sólo debemos proteger, también fomentar desde todas
las administraciones, estatal, autonómicas y locales.
Ahora bien,
tras muchos años de legislaciones urbanísticas autonómicas
lo cierto es que las diferencias en el sistema de planeamiento entre ellas
no son importantes, porque existe una tradición muy fuerte desde
la Ley del Suelo de 1956, y una cultura del urbanismo y del planeamiento
urbanístico incluso anterior (desde la Ley del Régimen Local
de 1926) que imprimen al sistema una indudable homogeneidad y en el que,
en un primer análisis, veremos repetidos elementos comunes esenciales,
como un sistema de planeamiento jerárquico, la relación tradicional
entre planeamiento urbanístico y derecho de propiedad y la determinación
y fijación del planeamiento municipal como base de los planes urbanísticos.
Siendo esto
así, es necesario un gran pacto de Estado para dar un paso más,
para consolidar un sistema urbanístico que aporte, otra vez, cordura
y la ansiada seguridad jurídica que tanto reclama el sector inmobiliario
español. Un pacto de Estado que sea capaz de reunir la tradición
urbanística común y de enriquecerla adaptándola a
nuestra realidad, reforzándola e impregnándola de modernidad
desde su base. La pasada semana tuve ocasión de asistir al Congreso
Nacional de la Asociación de Promotores Constructores de España
(APCE) que celebraba en este 2018 su quincuagésimo aniversario.
El lema de
tan importante reunión era revelador: Inmobiliario, un sector de
infinitas oportunidades. Es tranquilizador y esperanzador comprobar como
un sector tan castigado y maltratado como el inmobiliario en España
es capaz de sobreponerse a la crisis más demoledora habida hasta
la fecha y salir adelante con propuestas, ideas, razones. Esa tozudez que
muestran empresarios y profesionales inmobiliarios, empeñados en
seguir aportando crecimiento y riqueza, reclamaba, en varias de sus mesas
y ponencias, amparo para poder seguir contribuyendo a esa tarea. Y ese
amparo lo traducían muchos de sus ponentes en su aspiración
y en su exigencia de seguridad jurídica.
Hemos de tender
hacia la homogeneización, no sólo de la normativa reguladora
del planeamiento, que como vemos por las escasas diferencias autonómicas,
es una realidad bastante apreciable, sino fundamentalmente de la ingente
y dispar normativa referida a la gestión urbanística, lo
cual aportará la cordura de que hablaba a la multiplicación
progresiva de normas de ejecución y de gestión urbanísticas.
Y ello no está reñido en absoluto con el respeto y fomento
de la diversidad territorial. Esa homogeneización aportará
mayor seguridad a las empresas que promueven en todo el territorio, contribuyendo
no solo a la consolidación de la recuperación en que nos
encontramos sino a consolidar también y a incrementar el volumen
de inversión extranjera en el sector inmobiliario español.
Llámenme
iluso, pero soy un convencido de la capacidad del sector para afrontar
retos mayúsculos como el de promover y procurar soluciones que impliquen
grandes pactos. Cierto es que no podrá hacerlo solo. Precisa de
la asistencia y de la intervención de las administraciones públicas.
Necesita una actuación coordinada de la administración central
del estado y de las administraciones regionales y locales.
Esto es más
difícil. Me consta que las necesidades apuntadas son conocidas por
nuestros dirigentes políticos. Se trata de trabajar y buscar elementos
que unan. En el caso del urbanismo español, dicho ha quedado, tradición
y un amplio consenso. Iniciativa privada e intervención pública
para consensuar el urbanismo del siglo XXI que no necesite de leyes complementarias
que garanticen la seguridad jurídica.
Termino como
empezaba, dice el refrán que más vale poco y bien arado que
no mucho y arañado. Normativa urbanística, poca y uniforme,
mejor que mucha y en desorden.
Marcos Sánchez
Foncueva es director gerente de Valdebebas
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