Otro ejemplo
de la actividad inversora de Atitlan es la reciente venta de tres parcelas
de una filial de Nuevas Actividades Urbanas (NAU) por 33,6 millones de
euros, todo tras tomar el control de NAU hace poco más de un año
aportando solo 8,7 millones de euros. El comprador fue el fondo estadounidense
Harbert Management Corporation, que con la operación desembarca
en València junto a la promotora Momentum Real Estate Investment
Managers.
El fondo de
capital riesgo Atitlan también acaba de vender la red de aparcamientos
de la antigua Lubasa al venderla a la firma madrileña APK2, propiedad
de Cristian Abelló.
Con operaciones
inmobiliarias como esta y otras relacionadas con la venta de suelo, a través
de Nuevas Actividades Urbanas (Nau) y otras sociedades, Atitlan cumple
su objetivo de aprovechar las oportunidades del mercado para rentabilizar
inversiones, como hizo con la venta de sus acciones en Hospitales Nisa
al Grupo Vithas, y así embarcarse en otras nuevas, como la compra
en julio, junto al banco de inversión internacional con sede en
Londres StormHarbour, de la gestora de renta variable Ahorro Corporación
Financiera.
Además,
el fondo está simplificando su estructura y agrupando sus sociedades
de inversión mediante una fusión por absorción. En
concreto, Atitlan Grupo Empresarial ha absorbido sus filiales Atitlan Beta
SL, Incola Ciudad SLU, Atitlan Solar Capital SLU y A Hundred & One
Business SL. Con esta operación, se pretende optimizar los recursos
y agilizar procesos, además de mejorar su control del negocio.
ANTECEDENTES
9/08/2017
La entrada
de Atitlan en el accionario de Obinesa Grupo Industrial con una participación
del 55% permite al grupo inversor de Roberto Centeno y Aritza Rodero hacerse
con el control de la que en su momento fue una de las constructoras de
obra pública más grandes de la Comunitat, la antigua Lubasa,
pero también del resto de sociedades del holding que la familia
Batalla construyó en torno a ella, con ramificaciones en diversos
sectores como la cerámica, la automoción o la gestión
de residuos y participaciones conjuntas en negocios que van desde la sanidad
al turismo.
La operación
implica una quita de 360 millones de euros de la deuda financiera del grupo,
que roza los 430 millones de euros. La firma inversora fundada por el yerno
de Juan Roig adquiere esa deuda a cambio de aportar garantías por
valor de 60 millones de euros. Ello le permitirá gestionar a partir
de ahora un conglomerado que el año pasado facturó más
de 350 millones de euros, dio empleo directo a más de 2.500 personas
y que, sobre todo, ve reforzada su solvencia de cara al futuro al reducir
su ratio de deuda sobre ebitda.
Con el acuerdo
para la reestructuración de la deuda y la financiación de
circulante, que este martes fue rubricado ya por entidades como Santander,
BBVA, Popular o Bankinter, Atitlan tendrá una mayoría de
control y la familia Batalla verá reducida su participación
hasta el 45%, especificaron fuentes de la operación. Hasta ahora,
el capital se repartía en idéntica proporción (32,13%)
entre los tres hijos de Luis Batalla, fundador de Lubasa: Luis Enrique
Batalla Reigada –a través de la firma Inherba del Mediterrani–,
Otilia del Rosario Batalla Reigada –Unanimitas Cinco Capital– y Gabriel
Alberto Batalla Reigada –Ivernumber–.
Según
las mismas fuentes, este nuevo escenario permite cambiar el chip de una
compañía que en los últimos ejercicios, como consecuencia
del impacto de la crisis en su actividad principal, ha estado más
centrada en negociar refinanciaciones con sus acreedores que en acometer
nuevos proyectos. En verano de 2009 ya llegó a un acuerdo con las
entidades para refinanciar 1.100 millones de euros de deuda.
En la actualidad,
según explica Obinesa Grupo Industrial en la memoria que acompaña
a sus últimas cuentas consolidadas, está vigente un plan
de negocio hasta 2020 aprobado como parte de la renegociacio?n de la deuda
con un sindicato de entidades financieras cuyos hitos se estaban cumpliendo.
Atitlan, por
su parte, subrayó que esta compra implica para ella redoblar su
"apuesta por los sectores industriales y de servicios" y deslizó
que seguirá contando con José María Martínez,
el exdirector corporativo de Negocio de Empresas de Bankia en la Comunitat
que los Batalla ficharon a principios de este año para pilotar el
grupo empresarial como director general corporativo.
El grupo inversor
destacó que aterriza en Obinesa "sin restricciones temporales de
permanencia, siendo su apuesta participar de manera estable en el accionariado
implicándose en la gestión". "El acuerdo alcanzado con la
familia Batalla, propietaria del grupo Obinesa, permite a nuestro proyecto
impulsar su apuesta por los sectores industriales y de servicios y aportar
nuestra experiencia y conocimiento para acelerar el desarrollo de este
grupo empresarial del que ahora formamos parte", aseguraron los cofundadores
de la firma, Aritza Rodero y Roberto Centeno.
Aunque lejos
del nivel alcanzado antes del estallido de la crisis, la cifra de negocios
consolidada del grupo Obinesa se ha ido recuperando paulatinamente en los
últimos ejercicios. Según especificó la empresa, las
ventas de 2016 rebasaron los 360 millones de euros, muy por encima de los
291 millones de euros que facturó apenas dos años antes.
Según
las últimas cuentas del holding familiar disponibles en el registro,
correspondientes a 2015, el resultado de explotación volvió
a arrojar beneficios, 22 millones de euros, en contraste con las pérdidas
de 27 millones en 2014. Con todo, la carga financiera aún le hizo
tener algo más de 6 millones de pérdidas.
El ladrillo
sigue siendo el motor del grupo a través de Becsa y de Durantia
Infraestructuras –nueva denominación que adquirió Lubasa–
tanto por cifra de negocio como de activos. A pesar de la caída
de actividad en este sector, el negocio de la construcción sigue
aportando prácticamente la mitad de los ingresos del grupo: 158,4
millones sobre 315, según las últimas cuentas disponibles.
Esta rama del grupo centra su actividad en el desarrollo de infraestructuras
y la prestación de servicios a través de sus actividades
de construcción, materiales y concesiones.
Además
de la construcción, las áreas de negocio fundamentales son
la cerámica, a través del fabricante Saloni, uno de los mayores
fabricantes internacionales de pavimentos y revestimientos cerámicos;
y las concesiones de automoción, donde es propietario de varios
establecimientos en Castellón de las marcas Opel, Mercedes Benz,
Toyota, Smart, Honda y Lexus. Esta última rama aporta cerca de una
quinta parte de los ingresos totales del holding.
Al margen de
estas tres grandes divisiones, las sociedades dependientes del grupo operan
en otros sectores como el medio ambiente (Tetma y RPB), los materiales
para la construcción (Origen y Cementos Elite) o los aparcamientos
(Lubasa Aparcamientos).
Obinesa y sus
filiales también mantienen participaciones en decenas de negocios
en UTE con otras empresas, principalmente concesiones administrativas en
el sector de las infraestructuras y la obra pública. Una de ellas
es Ribera Salud II UTE, donde Durantia conserva una participación
del 2% heredada del paquete que se quedaron las constructoras del primer
hospital que se construyó para funcionar con el conocido modelo
Alzira. Dragados SA mantiene idéntico porcentaje en el accionariado.
08/08/2017
Atitlan, el
fondo inversor que nació hace una década, se queda con la
mayoría accionarial de uno de los gigantes empresariales de la Comunidad
Valenciana que había sufrido duramente en sus carnes la crisis inmobiliaria.
La firma que
dirigen Roberto Centeno y Aritza Rodero pasará a ser el dueño
del 55% de uno de los mayores grupos empresariales de Castellón,
Obinesa -el holding creado por Luis Batalla en torno a la constructora
Lubasa-, según han confirmado fuentes cercanas a la operación.
Obinesa llegó
a ser el mayor contratista de obra pública valenciano y durante
el boom del ladrillo llevó a cabo una fuerte expansión inmobiliaria.
Una estrategia que supuso disparar su deuda hasta más de 1.100 millones
de euros y que en la última década ha lastrado al grupo,
que ha llegado a realizar tres refinanciaciones en estos años. El
último acuerdo incluía la posibilidad de que los bancos tomasen
un 25% del capital en 2020.
Obinesa es
dueña de las constructoras Becsa y Durantia, de la azulejera Saloni
y de una de las mayores redes de concesionarios de coches de Castellón.
También posee una división de materiales de construcción
en tono a Cantera la Torreta, con Orígenes como marca, y una división
de servicios y medioambiente, Tetma, además de concesiones de párkings.
Con la crisis
y las refinanciaciones la familia Batalla creó Obinesa Grupo Industrial
para separar estas actividades de la inmobiliaria por sus elevadas pérdidas,
que sin embargo seguía en la holding Obinesa. El grupo consolidado
cerró 2015 con pérdidas netas de 33,17 millones frente a
los 108 millones del año anterior y una cifra de negocio consolidada
de 377 millones.
La entrada
de Atitlan supondrá precisamente una drástica reducción
de la deuda de Obinesa, uno de las patas esenciales del acuerdo. Precisamente
la necesidad de firmar con los bancos acreedores es lo que hará
que la operación no pueda darse por cerrada, ya que según
fuentes conocedoras está previsto que se lleve a cabo las distintas
firmas en las próximas semanas.
04/08/2017
Atitlan, firma
dirigida por Roberto Centeno, yerno del presidente de Mercadona, y un grupo
de inversores compran a precio de saldo el terreno, que recibió
varias ofertas 'fantasma'. La parcela procede de una participada de Bankia
quebrada, que pagó 300 millones hace una década.
La mayoría
de los terrenos ubicados junto a lo que fue el circuito urbano de Fórmula
1 de Valencia acaban de cambiar de manos. La firma de inversión
Atitlan, fundada y dirigida por Roberto Centeno -yerno del presidente de
Mercadona, Juan Roig- y Aritza Rodero, se ha hecho junto a un grupo de
varios inversores con la propiedad de un suelo que lleva años vacío
y abandonado.
Hace apenas
una década esos mismos terrenos batieron todos los récords
conocidos en el mercado inmobiliario de Valencia, al venderse por 300 millones
de euros una superficie por desarrollar de 103.000 metros cuadrados.
Esa cifra fue
lo que Acinelav Inversiones pagó a finales de 2006 a Compañía
Logística de Hidrocarburos (CLH) por hacerse con sus antiguos depósitos
junto al puerto de Valencia. El comprador tenía como primer accionista
a Bancaja, con algo más del 25%, y a varios promotores históricos
valencianos: Lubasa, Valencia Constitución, Salvador Vila, y las
familias Ferrando y Quesada.
Entonces, esa
pastilla de suelo era considerada el auténtico diamante en bruto
de la nueva Valencia, al estar ubicada a medio camino entre la Ciudad de
las Artes y la nueva Marina. La guinda al pastel fue el anuncio, poco después,
de la llegada de la Fórmula 1. El Ayuntamiento de Valencia de Rita
Barberá había convocado un concurso internacional de ideas
para esa zona, que finalmente alumbró un ambicioso programa urbanístico,
el PAI del Grao. El proyecto contemplaba unas 3.000 viviendas y crear varios
canales de agua para recuperar parte del cauce original del Turia en su
desembocadura. Como muchos de los macroplanes previos a la crisis, solo
existe en maquetas e imágenes virtuales. Hoy ese espacio es una
enorme explanada muy degradada y en parte asfaltada en la que aún
se mantienen vallas y bloques de hormigón del antiguo circuito.
Ante la falta
de desarrollo del suelo y de ingresos, Acinelav se declaró en concurso
en 2014, ahogada por 270 millones de deuda. Además, la Administración
le reclamaba parte de las cargas de urbanización que le correspondían
por los costes del trazado del circuito.
El principal
acreedor es un sindicato de varios bancos, en el que BBVA figura como agente.
Además, otro de los grandes afectados fue Sareb, que asumió
los préstamos participativos que Bankia, a su vez, heredó
de Bancaja por más de 68 millones.
Dentro del
proceso judicial, el administrador concursal designado, el bufete Rossaud
Costas, convocó una subasta privada con el gran activo de la sociedad,
esos 103.000 metros cuadrados.
Ha sido dentro
de ese proceso en el que Atitlan y sus socios han logrado hacerse con los
suelos, según confirmaron fuentes de la firma de inversión,
aunque sin desvelar más detalles. Sin embargo, la oferta del grupo
inversor liderado por Centeno y Rodero no era ni mucho menos la más
alta.
El importe
no llega a los 30 millones de euros, cuando otras dos ofertas alcanzaban
40 y 35 millones. Sin embargo, esas propuestas estaban lideradas por intermediarios
que, pese a contar con el supuesto apoyo de fondos de Dubái y otros
países, a su vez buscaban recolocar el suelo entre otros inversores.
Cuando llegó la hora de poner el dinero para cerrar la compra, ni
siquiera cubrieron los adelantos exigidos.
Al final, las
garantías que ofrecía Atitlan para las entidades financieras,
que llevan años con ese activo tóxico provisionado, parecen
haber sido decisivas para decantar la balanza. Y ello a pesar de que el
precio es 10 veces inferior a lo que le costó a la quebrada Acinelav.
A falta que
el juzgado mercantil que tramita la quiebra de Acinelav otorgue el visto
bueno, el traspaso tampoco parece que vaya a suponer el desarrollo inminente
del suelo. La actual corporación municipal puso en revisión
el PAI y debe volver a tramitarse. Con su porcentaje de suelo, el comprador
tenía muchas papeletas para actuar como agente urbanizador, pero
el Ayuntamiento, que ahora preside Joan Ribó, prefiere que sea la
empresa municipal Aumsa.
Esta operación
estrella confirma el giro en la estrategia de inversión de Atitlan
y su apuesta por el inmobiliario. La firma inversora creada en 2006, que
inicialmente se especializó en empresas proveedoras de Mercadona,
ha cerrado varias compras y alianzas en el sector inmobiliario valenciano
en el último año.
Así,
apoyó a la familia Ferrando para adquirir el porcentaje que Bankia
tenía en NAU, uno de los mayores dueños de activos terciarios
y suelo en la ciudad. El grupo posee centros comerciales, hoteles y el
edificio del casino de Cirsa.
La nueva compra
es una muestra clara de que Atitlan considera que la crisis inmobiliaria
ya ha tocado suelo en Valencia y se encuentra en plena recuperación.
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