La jornada
ha tratado, en primer lugar, sobre el control jurisdiccional de la legalidad
del planeamiento urbanístico y el carácter insubsanable de
la nulidad de los planes. En este sentido, las sentencias judiciales provocan
el fenómeno conocido como “mortalidad judicial de los planes” y
están en el origen de la muy frecuente paralización de la
actividad urbanística. Una sentencia en contra de un plan general
obliga a volver a empezar, muchos años después, a tramitar
la ordenación del mismo ámbito, posiblemente en un marco
normativo y urbanístico diferente. “Estas sentencias anulatorias
ponen al sistema en una crisis muy aguda porque hay que volver empezar
todo el proceso y eso puede llevar 20 o 25 años, con lo que se provoca
una situación grave de incertidumbre e inseguridad jurídica”,
ha señalado Luciano Parejo.
A continuación
se han abordado los problemas que genera la duración excesiva de
la tramitación de los instrumentos de ordenación. En este
sentido, la divergencia entre las circunstancias contempladas cuando comienza
a gestarse un plan general y las sobrevenidas en el momento de su ejecución
explica la parálisis frecuente de las actuaciones urbanísticas
y, con ella, la falta de respuesta oportuna y eficaz frente a los problemas
que el plan trata de resolver, con el consiguiente daño para el
interés general y los ciudadanos. “los planes regulan la oferta
para atender una demanda que, por de definición es cambiante”, afirma
Jiménez Blanco, quien señala además que “la tecnología
ha acelerado la vida y los procedimientos y eso es absolutamente incompatible
con los ritmos administrativos y judiciales actuales. El gap se ha agravado
ostensiblemente”. Por su parte, Luciano Parejo añade que “hemos
de ir a planes más flexibles y con menos contenido, hay que simplificar
los planes urbanísticos”
El caso de
la Operación Chamartín, en Madrid, ha protagonizado el tercer
punto del debate. Este es un perfecto ejemplo de la situación que
se ha planteado en la jornada. Se cumplen 25 años desde que se puso
en marcha el proceso urbanístico y la actuación se encuentra
bloqueada tras la aprobación en 1997 del PGOUM, la aprobación
en 2002 de la Modificación Puntual del mismo, la aprobación
definitiva en 2011 del PPRI, la anulación judicial en 2013 de dicho
PPRI y la denegación en 2016 de la Revisión del PPRI aprobada
inicialmente en 2015 por el Ayuntamiento de Madrid. “Tenemos una evidente
herida urbana en la parte norte de Madrid y no parece razonable que esta
situación se perpetúe”, opina Felipe Iglesias. Por su parte,
Luciano Parejo ha recordado que la Operación Chamartín ha
visto dilatados sus plazos y en ese tiempo cambia todo alrededor, “es imposible
que una ciudad ejecute al pie de la letra todo el planeamiento, hay que
hacer interpretaciones flexibles”, afirma. También señala
que “en el caso de la Operación Chamartín hay un problema
en la elección de la figura del planeamiento y otro que demuestra
que la figura del contencioso administrativo no ha resuelto en modo
alguno la situación, uno y otro han abocado a la situación
actual de este desarrollo urbanístico”.
En este sentido,
Antonio Jiménez Blanco ha apuntado que “la Operación Chamartín
es el paradigma del urbanismo en España, aunque es verdad que no
todos los proyectos en nuestro país duran 25 años como éste”.
“La situación se ha desbordado y en este proyecto ha habido una
especie de conjunción astral de desgracias para bloquearlo”.
Por último,
se ha planteado cómo se podría solucionar esta difícil
situación. La responsabilidad de la situación actual del
urbanismo es de los legisladores a nivel estatal y autonómico, de
la Administración municipal y de los Tribunales de Justicia.
Se ha apuntado
que la solución pasa por la puesta en práctica de medidas
legislativas y de otro orden que abran nuevos caminos para acometer reformas
de calado, tanto administrativas como judiciales, encaminadas a agilizar
los plazos, acometer planeamientos más flexibles y dotar de seguridad
jurídica a todo el proceso.
No obstante,
los tres expertos no se muestran en absoluto optimistas y ponen en evidencia
problemas de fondo como el hecho de que “el 80 por ciento de los municipios
son incapaces de planificar”, como señala Parejo; o que “las comunidades
autónomas estén reivindicando competencias y cuando las tienen,
como es el caso de la ordenación del territorio, no las ejecutan”.
Para Felipe
Iglesias “seguimos con el mismo esquema mental y administrativo, incluso
en nueva normativa en preparación como la futura ley del Suelo de
la Comunidad de Madrid”.
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