En las bases
del Concurso se explicaba de forma clara y rotunda las razones que han
motivado su convocatoria: “Estamos ante un problema económico-social
de gran envergadura como nunca ha tenido nuestro país. El déficit
de viviendas y su alto coste, obligan a vivir en precariedad, y los métodos
tradicionales de construcción se muestran impotentes para afrontar
la situación. Es necesario, como se ha hecho en otros campos de
la industria, abandonar los clásicos y deficientes sistemas de trabajo,
adoptando una nueva organización-producción en serie, racionalización
del trabajo con objeto de mejorar y abaratar la producción …. Puede
ser necesaria una total reorganización de la economía nacional
que sea afectada por los nuevos procedimientos.”
En el posterior
concurso convocado por el Colegio de Arquitectos de Madrid en 1950, aparecen
curiosos sistemas de producción de casas económicas en cadenas,
como la propuesta de Miguel Fisac, que nunca se llevó a cabo. Es
en la década de los años 50 cuando la industria española
empieza ya a estar preparada para hacer frente a la industrialización
de nuevos elementos estructurales y constructivos, apareciendo secuencialmente
patentes, que vienen a paliar el déficit de las anteriores décadas.
En los años
50 se construyen en el Instituto Técnico de la Construcción
viviendas experimentales incluyendo módulos sanitarios estandarizados,
que posteriormente utilizó Oiza en algunas de las viviendas económicas
que construyó para la OSH. Otras de las patentes desarrolladas por
el itcc, estaban destinadas a racionalizar los procesos tradicionales de
construcción. Una de estas patentes fue utilizada en la construcción
de edificios de diferentes usos, como en varios grupos de viviendas económicas
construidas en Sevilla por Lucio, en 1953.
Consistía
en la utilización de unos paneles metálicos celulares, que
una vez aplomados permitían evitar el empleo de miras y cordeles,
así como operaciones auxiliares siempre costosas, racionalizando
la ejecución de la fábrica.
Eduardo Torroja
utilizó la construcción del Instituto para difundir el conocimiento
de las ventajas y abanico de posibilidades prácticas, que tenía
el hecho de racionalizar los sistemas constructivos tradicionales y la
utilización de elementos prefabricados producidos en serie. Para
ello, a la manera medieval, tal y como estaba haciendo Le Corbusier en
la construcción de la Unidad de Habitación de Marsella, montó
a pie de obra talleres de prefabricación de muy diferentes elementos:
ventanas, losas de forjado con pavimento incluido, gárgolas, falsos
techos, mobiliario,...
La prefabricación
fue otro de los principales objetivos de las investigaciones realizadas
por el Instituto. La deprimida y artesanal industria española de
los años 40 necesitaba el apoyo técnico y científico
de una investigación específicamente programada y diseñada
para su concreta situación. Por esta razón, Eduardo Torroja
quiso conocer y analizar, previamente y en todo momento, las experiencias
extranjeras, con el fin de aprovechar aquellas investigaciones ya ejecutadas
en otros países, que como en el caso de Estados Unidos, ya habían
desembocado en el desarrollo muy diferentes sistemas de producción
en serie.
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