“La Ordenación
del Territorio continua siendo (…) el bien jurídico sometido a los
más intensos ataques, provenientes tanto de la urbanización
ilegal aislada como de la realizada de manera masiva omitiendo todo acatamiento
a la normativa urbanística”, reconoce en su informe Patricia Navarro,
la fiscal delegada de Medio Ambiente en la provincia. Así, ha sido
la construcción ilegal la que “ha experimentado un aumento considerable”
que se ha traducido en un cambio en la tendencia de descenso.
En los últimos
años, el boom urbanístico y la permisividad de muchos Ayuntamientos
con las construcciones ilegales llevaron al aumento de medidas sancionadoras.
Ese miedo a multas o a procedimientos penales, sumado a la crisis, llevó
a un destacado descenso de las investigaciones de este tipo de delitos.
Sin embargo, esta caída de las investigaciones ha terminado en 2015,
según reconoce la memoria: “Debemos destacar que se ha roto la tendencia
hacia una reducción de la actividad edificatoria ilegal como denota
el notorio incremento de las diligencias de investigación penal”.
El pasado año se celebraron 42 juicios; 37 de ellos versaban sobre
delitos contra la ordenación del territorio. De ellos, solo cuatro
acabaron con sentencias absolutorias.
De este aumento,
la Fiscalía de Cádiz destaca las construcciones ilegales
que “se llevan a cabo tanto en suelo no urbanizable común como en
suelos no urbanizables especialmente protegidos”. Es el caso de las investigaciones
que se han abierto por edificar en espacios naturales como Parque Natural
del Estrecho o el Parque Natural de Los Alcornocales. Por su trascendencia,
la fiscal habla de una de las localidades gaditanas en las que más
viviendas irregulares existen, Chiclana. Hace referencia a la Operación
obra nueva, en la que “se investiga una amplia trama de delincuencia urbanística
y que ya alcanza una gran dimensión que ha motivado su desglose
en varias diligencias”.
La Memoria
de la Fiscalía valora a los Ayuntamientos en el control urbanístico.
“A veces, se han detectado casos en los que las construcciones ilegales
investigadas en vía judicial, ni tan siquiera habían dado
lugar a la incoación de un expediente sancionador disciplinario
tramitado por la corporación local. Las razones aducidas por los
Ayuntamientos para no haber aplicado la Ley en este sentido son el exceso
de trabajo”, denuncia el informe. A eso se suma “la escasa eficacia que
tienen las medidas cautelares de paralización” que suelen ser incumplidas
y dan lugar a un delito añadido de desobediencia.
Aunque desde
la fiscalía notan que el ciudadano tiene un mayor temor a la denuncia
penal por construcciones ilegales, advierten la escasa incidencia que tienen
las sentencias de demolición. Esto se debe a dos motivos. Por un
lado, no todas las condenas obligan a la demolición, pese a que,
a juicio de la fiscalía, “es lo único que garantizaría
realmente la reparación del daño causado”. Por otro, el incumplimiento
de las penas en aquellos casos en los que sí tiene que intervenir
la piqueta: “Es especialmente lamentable la dilación en la ejecución
de las demoliciones acordadas por sentencia penal firme”. De hecho, en
2015 tan solo se han ejecutado tres derribos y quedan 70 pendientes de
ejecución que se arrastran, en algunos casos, desde 2008.
En esta dejación
acusa la Fiscalía a dos causantes: el penado que “se hace el sordo”
para ejecutar la sentencia y los Ayuntamientos que tampoco las aplican.
“Esa misma actitud renuente, la misma desidia, se observa en los Ayuntamientos
cuando subsidiariamente deben proceder a la misma, estos terminan alegando
insuficiencia presupuestaria”, denuncia la fiscalía. De hecho, en
más de una ocasión los Ayuntamientos aducen “que el concurso
de adjudicación de las obras resulta desierto” cuando dada la cuantía
de las obras de demolición “no sería necesario acudir a este
procedimiento de ejecución externo”. Un “giro de tuerca más”
de unos Consistorios que benefician al particular que “sabe que cuenta
con la tolerancia, en ocasiones muy activa, del propio Ayuntamiento”.
Ante esta situación,
la reforma de la ley del suelo de Andalucía trata de solventar un
problema sin imponer responsabilidades administrativas por falta de control
(ayuntamientos y Junta de Andalucía) y no parece tomar medidas eficaces
de control para paralizar esta práctica. Ampliar los términos
de la amnistía puede tener consecuencias judiciales y crearía
un precedente que incitaría a mantener la situación actual
de descontrol.
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