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NOTICIAS DE LA CONSTRUCCIÓN, URBANISMO E INMOBILIARIO.

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11 de mayo de 2016
 
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LA INSPECCIÓN URBANÍSTICA AUTONÓMICA DE LA SIERRA DE MADRID. 
¿Qué aprendo?
Se analiza en la guía práctica inmoley.com de la inspección urbanística, guía de delitos urbanísticos y en la guía del urbanismo de Madrid. Uno de los aciertos de la última reforma de la ley del suelo de la Comunidad Valenciana es que deja las cosas claras al servicio de inspección urbanística de la Comunidad Autónoma. El resto de reformas, empezando por la madrileña, deberían tomar buena nota y exigir mayor responsabilidad al deber inspector de las autonomías en materia de urbanismo. De este modo se evitarían excusas incorrectas con la legalidad urbanística a fin de echar culpas propias a los ayuntamientos.
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En un reciente artículo del periódico el País, se señala una frase que no se puede pasar por alto. Dice así: “en los últimos años, el Gobierno regional ha explicado en distintas ocasiones que su función en estos casos es tramitar cada denuncia que les llega, pero que son los Ayuntamientos que deben hacer cumplir la normativa”.

No es correcto, la competencia de vigilancia y la obligación de imponer la disciplina urbanística es autonómica. 

Los ayuntamientos tienen su culpa pero lo correcto sería que la Comunidad Autónoma de Madrid denunciase todos los casos de infracción urbanística. Y ya de paso que vigilase las webs de transparencia urbanística en materia urbanística de los ayuntamientos madrileños, que no solamente incumplen con la ley de transparencia sino que siguen el mismo camino que han seguido con los silencios absolutos a las solicitudes de información urbanística, como quedó acreditado recientemente por el defensor del pueblo estatal.

Según el artículo de el País, miles de madrileños viven en casas construidas en terrenos no urbanizables. Están en zonas asociadas al chabolismo como La Cañada Real o Las Sabinas, pero también hay cientos de casas y chalés levantados a las bravas en distintas zonas de Morata de Tajuña o Chinchón. Mientras la Comunidad de Madrid se limita a decir que está actualizando un mapa de viviendas ilegales y los Ayuntamientos se declaran incapaces de atajarlo, el problema, que está más que detectado desde hace 30 años, sigue creciendo a lomos de la impunidad. Así lo ha podido comprobar este diario en El Molar, en la sierra norte de Madrid, donde más de un 10% de las viviendas están fuera de ordenación. La contaminación del subsuelo por la ausencia de alcantarillado es uno de los principales impactos negativos de estos asentamientos irregulares.
 
En 2009, los agentes forestales de la Comunidad de Madrid denunciaron una docena de viviendas que se estaban construyendo en terrenos no urbanizables en El Molar, a 39 kilómetros al norte de la capital. Una de ellas es la de la imagen de su izquierda que, como se puede comprobar, se terminó de edificar y está habitada actualmente. Quizá por eso, muy cerca de esa casa hay al menos otras dos en construcción en este momento, una de ellas, a escasos metros del río Jarama.

Solo en El Molar, había en 2001 contabilizadas 600 viviendas irregulares (y un total de 3.400 viviendas censadas), que hoy, según los lugareños, pueden llegar fácilmente a las 800. En el sureste de la Comunidad, en la Vega del Tajuña, se calcula que hay más de 700. En Chinchón, la localidad de la zona más afectada por este problema, se han presentado al menos 179 denuncias entre 2006 y 2010, unas 67 de ellas correspondientes a viviendas levantadas entre 2009 y 2010, según fuentes de la UGT de los agentes forestales. El Ayuntamiento de Chinchón, dirigido por Francisco Javier Martínez Mayor (de la Agrupación Transparencia y Servicio) no ha respondido a los reiterados intentos de este periódico de obtener su opinión sobre este problema.

En el municipio de al lado, Morata de Tajuña, donde el Ayuntamiento calcula que unas 150 viviendas irregulares, el alcalde Ángel Sánchez Sacristán (PSOE) si ha contestado. Sánchez, que antes de llegar a la alcaldía fue policía local, conoce bien un problema que creció entre los años sesenta y ochenta con casas de segunda residencia y que, cuando se quiso atajar en los noventa, ya era demasiado grande. Habla de "una sensación de impunidad" que hace que la gente "no se crea las normas", y cuenta que, aunque denuncien, buena parte de las veces las decisiones judiciales no llegan a tiempo: las infracciones administrativas prescriben a los cuatro años y los delitos penales (vía utilizada muy poco y que solo es posible en determinados casos, por ejemplo, si la casa está en dominio público) a los cinco años. Transcurrido ese tiempo, se convierten en construcciones “alegales”, que muy difícilmente pueden acaban demolidas.

María Ángeles Nieto, de Ecologistas en Acción, se queja al periódico de que el problema no deja de crecer mientras las Administraciones se pasan la pelota entre ellas y no hacen nada. “Si a la Comunidad de Madrid llega una denuncia, normalmente se limitan a avisar al Ayuntamiento para que actúe, pero este suele mirar para otro lado”, asegura. Los Consistorios pueden ordenar el precinto de las obras o de la vivienda; si no se les hace caso, poner multas y, finalmente, denunciar ante la fiscalía.

“Las Administraciones más idóneas para actuar en este campo [la Comunidad], dejan en manos de Administraciones menos potentes y con muchísimas mayores dificultades, la ejecución de la disciplina urbanística, lo que da, en consecuencia, a mi juicio un sistema equivocado e ineficaz, siendo del todo punto imposible para los Ayuntamientos la realización de una política urbanística de control eficaz”, insiste el acalde de Morata.

Porque, además, añade, si a pesar de todo el Consistorio sigue adelante para dar ejemplo, los asentamientos están tan arraigados, que la presión social acaba impidiendo los derribos (que pueden costar unos 60.000 euros), como le ocurrió hace años al alcalde de Arganda del Rey con algunos inmuebles de la urbanización de Valdecorzas. Tan arraigados están, que muchos de esos asentamientos han ido siendo dotados de agua y luz. En muchos casos, incluso, los vecinos, censados, pagan impuestos como el de recogida de basuras o el de Bienes Inmuebles (IBI).

En El Molar, los centenares de vecinos de la zona Este del municipio que viven en torno al Camino Viejo Madrid-Burgos, muy cerca del Jarama, pagan tasas. Eso sí, tienen los cubos de basura a la entrada del pueblo. Un poco más arriba, también cuentan con unos buzones donde recibir el correo —el cartero no llega hasta sus casas—, aunque estos son solo para aquellos vecinos que pagaron a medias con el Consistorio el asfaltado del camino que une su urbanización con el casco urbano (la alcaldesa del municipio, Yolanda Sanz, de Ciudadanos, tampoco ha respondido a las llamadas de este diario).

Cuando carecen de luz, ponen paneles solares y si no tienen agua, usan pozos (con o sin permiso); pero lo que no tienen nunca estas zonas es alcantarillado. Y esto —más allá de lo injusto que le pueda parecer a alguien que quien se salta impunemente las reglas consiga una casa en el campo mucho más barata que el que las cumple— provoca un verdadero problema de contaminación y de insalubridad, por la acumulación de fosas sépticas, de pozos negros e, incluso, de vertidos hechos directamente los ríos. “Encima, suelen estar en zonas de vega, donde el nivel freático [la primera capa de agua que se puede encontrar en cada zona bajo la tierra] está mucho más alto”, es decir, que es más fácil que se filtren los residuos.

En la anterior legislatura, el Gobierno regional encargó un mapa de las construcciones que están en terrenos no urbanizables de la Comunidad de Madrid, lo que significaría tener un mapa de las viviendas ilegales. El encargo recayó, a cambio de algo más de 45.000 euros, en la empresa Melissa Consultoría e Ingeniería Ambiental S.L. El trabajo se entregó, según fuentes de esa compañía, a finales del año 2013, pero nunca se hizo público.

Ahora tampoco se va a hacer, explica una portavoz de la Consejería de Medio Ambiente. El mapa se está actualizando y hasta que eso no esté hecho, "no se va a hacer público porque puede que la fotografía no sea la misma", añade. La fotografía, según María Ángeles Nieto, de Ecologistas en Acción, solo puede ser hoy más grande.

 
ANTECEDENTES

11 de enero de 2016 
 
NOTICIA ADAPTADA AL SISTEMA EDUCATIVO inmoley.com DE FORMACIÓN CONTINUA PARA PROFESIONALES INMOBILIARIOS. ©
EL URBANISMO DE LA SIERRA DE MADRID Y LA INSPECCIÓN URBANÍSTICA AUTONÓMICA. 
¿Qué aprendo? 
Se analiza en la guía práctica inmoley.com de la inspección urbanística, guía de delitos urbanísticos y en la guía del urbanismo de Madrid. En la sierra norte de Madrid sería necesaria una inspección urbanística más activa que vigilase de oficio el otorgamiento de licencias, en especial las relativas a edificaciones móviles que no se ajustan al Código técnico de la edificación, y que se están extendiendo por varias urbanizaciones. En algunos casos, las licencias no se ajustan a las ordenanzas de edificación, lo que es especialmente perjudicial en municipios sin planeamiento y que aplican normas subsidiarias. En este caso recogemos un caso puntual pero que debe advertir de las obligaciones de inspección urbanística de las Comunidades autónomas, que deben anticipar estas situaciones y denunciarlas. 
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Un juzgado de Colmenar Viejo ha citado a declarar como imputado al alcalde y a cinco ediles y seis exconcejales después de que la Fiscalía de Medioambiente haya denunciado irregularidades en la concesión de licencias urbanísticas durante los últimos diez años
Según el Ministerio Público, el gobierno municipal concedió más de una docena de licencias de primera ocupación haciendo caso omiso de los informes de los técnicos municipales.
Entre los llamados a declarar figuran, además del actual regidor, el exalcalde José María de Federico Corral – bajo cuyo mandato se habrían cometido la mayoría de las irregularidades denunciadas – junto con los actuales concejales de obras, medio ambiente, cultura, desarrollo local y transportes. Junto con ellos también han sido llamados a declarar varios exconcejales y hasta 8 peritos.
El actual alcalde, Miguel Ángel Santamaría, además de regidor de Colmenar Viejo también ocupa un puesto de vocal en el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid.
En su querella, la Fiscalía describe hasta trece casos ocurridos entre 2005 y 2011 en los que la anterior corporación municipal habría adjudicado licencias de primera ocupación de forma irregular, haciendo caso omiso a los informes negativos de los arquitectos y técnicos municipales y de la administración general: muros de cerramiento que superan la altura máxima permitida, edificios que no cumplían con las condiciones de salubridad mínimas exigidas para el aire o un edificio que se metía en la acera de la calle Pedro López.
En todos los casos, las actas de la Junta de Gobierno reflejan que la corporación municipal otorgó estas licencias “vistos informes técnicos y jurídico desfavorables”, y en varias ocasiones “sin razonar siquiera sucintamente los motivos” por los que las otorgaban o por los que tramitaban el asunto por la vía de urgencia. Las licencias de primera ocupación son aquellas que otorga la administración cuando comprueba que las obras realizadas han respetado las condiciones de su aprobación, y que cumplen con la legislación vigente.
En un escrito del pasado mes de junio, cuando el caso todavía no estaba judicializado, el entonces Fiscal Superior de Madrid, Manuel Moix, explicaba que “aisladamente consideradas” cada una de las posibles irregularidades urbanísticas cometidas podrían incluso ser tildadas de “insignificantes”, pero entiende que “analizadas globalmente podrían ser constitutivas de delito, evidenciando no sólo la voluntad clara de no dar cumplimiento a la normativa urbanística, sino además la causación de un perjuicio económico para el Ayuntamiento” por los expedientes de Disciplina Urbanística que no fueron tramitados.
El procedimiento abierto en el juzgado de instrucción nº 3 de Colmenar Viejo incluye dos querellas de la Fiscalía de Medio Ambiente de Madrid que acumulan quince tomos de documentación y varias diligencias abiertas en torno a diversas de estas irregularidades: el magistrado instructor entiende que podría haberse cometido un delito continuado de prevaricación urbanística, que en su redacción actual contempla penas de prisión de año y medio a cuatro años, así como penas de inhabilitación de hasta quince años. 


 
 
 
 
 

 

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