Cuestionan
la nueva ley del urbanismo y suelo que está redactando el Gobierno
que preside Cristina Cifuentes, ya que consideran que a tenor de lo visto
en el borrador de anteproyecto se “retrocede en aspectos ambientales, sociales
y competencias públicas, no se avanza en participación y
se consolida el urbanismo como una mera actividad económica en manos
de la iniciativa privada”. Además, ambas organizaciones muestran
su decepción por la opacidad del proceso y por la falta de ambición
del texto en la lucha contra la especulación y la corrupción
urbanísticas.
Ambos colectivos
recuerdan en un comunicado que “Madrid es la comunidad autónoma
con el mayor grado de urbanización del territorio (12%)” y que “el
crecimiento de superficies artificiales (urbanas, industriales, infraestructuras,
etc) es el más elevado del Estado español, junto a Murcia
y la Comunidad Valenciana, y supone una expansión del 47,7% respecto
al año 1987”. Señalando que “por ello, los principales problemas
ambientales de la región derivan del crecimiento urbanístico
(consumo de recursos, destrucción de suelo, pérdida de biodiversidad,
etc) y de la fragmentación causada por la red de infraestructuras
que dan servicio a las zonas urbanas.
Tanto Ecologistas
como la FRAVM hacen notar que “ante esta situación debería
ser prioritario para el Gobierno regional contar con herramientas efectivas
para limitar la expansión urbana” habida cuenta que “desde el año
2007, la Ley de Suelo estatal reconoce que el suelo es un recurso natural,
escaso y no renovable y por ello su transformación debe ser la estrictamente
necesaria para atender las necesidades socioeconómicas”.
Sin embargo,
a juicio de estas dos organizaciones, “la nueva norma madrileña
no incorpora este reconocimiento y aunque reduce las categorías
del suelo urbanizable (al eliminar el suelo urbanizable no sectorizado),
la realidad es que los usos, construcciones y actividades permitidas y
autorizables en el suelo no urbanizable son tan amplios que se convierte
en un apéndice del suelo urbano”. “De esta forma, el suelo no urbanizable
pierde la protección real y efectiva y se convierte en receptor
de instalaciones ajenas a su naturaleza, tales como asistenciales, turísticas,
hosteleras, docentes, religiosas, funerarias, industriales, infraestructuras
de todo tipo, residencial disperso, celebración de eventos, etc.”,
se quejan.
A esta situación
hay que añadir, según los citados colectivos, la propuesta
de regularización de asentamientos ilegales mediante planes especiales
que, “de llevarse a cabo, supondría la legalización de miles
de viviendas en toda la región con el consiguiente deterioro del
suelo no urbanizable sobre el que se asientan”.
Ecologistas
en Acción y la FRAVM también muestran su preocupación
por “el retroceso en la función social del urbanismo que se refleja
en dos aspectos fundamentales: las competencias de la administración
y las cesiones públicas”.
Se quejan de
que “el texto normativo focaliza la actividad urbanística en el
derecho de propiedad del suelo y la libertad de empresa” que “pasa a considerarse
como una actividad económica más, en la que la administración
pública pierde el control y queda con mera espectadora con escaso
margen de intervención y de decisión”. A juicio de las organizaciones
este nuevo régimen de la actividad urbanística favorecerá
más avidez urbanizadora, con la consiguiente especulación
del suelo y de las viviendas.
En relación
a las cesiones que los promotores deben hacer a la administración
pública para construir dotaciones (centros educativos, deportivos,
zonas verdes, etc.), las citadas organizaciones recriminan que “la nueva
ley sigue la tendencia a la baja iniciada por Esperanza Aguirre. En 2001,
las cesiones eran de 120 metros cuadrados por cada 100 metros cuadrados
construidos. En 2012 se redujo a 50 metros cuadrados y ahora, la nueva
norma lo rebaja a 30 metros cuadrados. Esta superficie de cesión
puede quedar en 10 metros cuadrados o eliminarse en determinadas circunstancias,
como en suelos industriales y desarrollos turísticos y urbanizaciones
de baja densidad en municipios de menos de 5.000 habitantes”. Cuando tanto
la organización ecologista como la entidad vecinal consideran que
reducir cesiones para dotaciones públicas perjudica al interés
general y solo favorece el beneficio privado de promotores.
“A ambas organizaciones
les sorprende -según reconocen en su comunicado- el paso atrás
en la lucha contra la especulación y la corrupción al recuperar
los convenios de planeamiento urbanístico”. Recuerdan que este tipo
de convenio está declarado nulo de pleno derecho, en la Comunidad
de Madrid, desde 2007, siendo presidenta Esperanza Aguirre, al tiempo que
destacan que “estos convenios permiten modificar el planeamiento urbanístico
y están sujetos a fuerte controversia por su vinculación
a casos de corrupción (como ha ocurrido en Valencia o en Marbella)”.
Por último,
Ecologistas en Acción y la FRAVM critican que la nueva ley se esté
redactando a puerta cerrada sin participación ciudadana. “Tal vez
por esta razón, el texto es poco ambicioso, perpetúa vicios
actuales y retrocede en la lucha contra la especulación y corrupción”
concluyen.
El crecimiento
de superficies artificiales (urbanas, industriales, infraestructuras, etc)
es el más elevado del Estado español, junto a Murcia y la
Comunidad Valenciana, y supone una expansión del 47,7% respecto
al año 1987. Por ello, los principales problemas ambientales de
la región derivan del crecimiento urbanístico (consumo de
recursos, destrucción de suelo, pérdida de biodiversidad,
etc) y de la fragmentación causada por la red de infraestructuras
que dan servicio a las zonas urbanas. Ante esta situación debería
ser prioritario para el Gobierno regional contar con herramientas efectivas
para limitar la expansión urbana.
Desde el año
2007, la Ley de Suelo estatal reconoce que el suelo es un recurso natural,
escaso y no renovable y por ello su transformación debe ser la estrictamente
necesaria para atender las necesidades socioeconómicas. Sin embargo,
la nueva norma madrileña no incorpora este reconocimiento y aunque
reduce las categorías del suelo urbanizable (al eliminar el suelo
urbanizable no sectorizado), la realidad es que los usos, construcciones
y actividades permitidas y autorizables en el suelo no urbanizable son
tan amplios que se convierte en un apéndice del suelo urbano. De
esta forma, el suelo no urbanizable pierde la protección real y
efectiva y se convierte en receptor de instalaciones ajenas a su naturaleza,
tales como asistenciales, turísticas, hosteleras, docentes, religiosas,
funerarias, industriales, infraestructuras de todo tipo, residencial disperso,
celebración de eventos, etc. A esta situación hay que añadir
la propuesta de regularización de asentamientos ilegales mediante
planes especiales. De llevarse a cabo, supondría la legalización
de miles de viviendas en toda la región con el consiguiente deterioro
del suelo no urbanizable sobre el que se asientan. Ecologistas en Acción
y la FRAVM también muestran su preocupación por el retroceso
en la función social del urbanismo que se refleja en dos aspectos
fundamentales: las competencias de la administración y las cesiones
públicas. El texto normativo focaliza la actividad urbanística
en el derecho de propiedad del suelo y la libertad de empresa. Así,
pasa a considerarse como una actividad económica más, en
la que la administración pública pierde el control y queda
con mera espectadora con escaso margen de intervención y de decisión.
A juicio de
las organizaciones este nuevo régimen de la actividad urbanística
favorecerá más avidez urbanizadora, con la consiguiente especulación
del suelo y de las viviendas. En relación a las cesiones que los
promotores deben hacer a la administración pública para construir
dotaciones (centros educativos, deportivos, zonas verdes, etc.), la nueva
ley sigue la tendencia a la baja iniciada por Esperanza Aguirre. En 2001,
las cesiones eran de 120 metros cuadrados por cada 100 metros cuadrados
construidos. En 2012 se redujo a 50 metros cuadrados y ahora, la nueva
norma lo rebaja a 30 metros cuadrados. Esta superficie de cesión
puede quedar en 10 metros cuadrados o eliminarse en determinadas circunstancias,
como en suelos industriales y desarrollos turísticos y urbanizaciones
de baja densidad en municipios de menos de 5.000 habitantes.
Ecologistas
en Acción y la FRAVM consideran que reducir cesiones para dotaciones
públicas perjudica al interés general y solo favorece el
beneficio privado de promotores. A ambas organizaciones les sorprende el
paso atrás en la lucha contra la especulación y la corrupción
al recuperar los convenios de planeamiento urbanístico. Este tipo
de convenio está declarado nulo de pleno derecho, en la Comunidad
de Madrid, desde 2007, siendo presidenta Esperanza Aguirre. Estos convenios
permiten modificar el planeamiento urbanístico y están sujetos
a fuerte controversia por su vinculación a casos de corrupción
(como ha ocurrido en Valencia o en Marbella). Otra cuestión es la
falta de participación ciudadana que favorece la opacidad y la corrupción.
La ley no contempla la participación ciudadana en el diseño
de la ciudad. La ciudadanía ni participa ni tiene voz. La nueva
norma sólo contempla los clásicos periodos de información
pública que nada tienen que ver con la participación efectiva.
Además sigue excluyendo a los colectivos ciudadanos de la Comisión
de Urbanismo, organismo clave en el proceso de aprobación de la
mayor parte de los instrumentos de planeamiento.
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