A lo largo
del siglo pasado, el planeamiento urbanístico se ha consolidado
como un instrumento eficaz para mejorar las ciudades y la calidad de vida
de sus habitantes.
Un ejemplo
lo tenemos en casa: el área metropolitana de Barcelona es depositaria
y reflejo de una tradición y práctica urbanística
valiosa, que han hecho posible la configuración de un entorno urbano
caracterizado por la cohesión y el progreso económico y social,
hasta convertirse en una característica distintiva y de reputación
internacional.
La actual área
metropolitana de Barcelona se explica en gran medida a través del
Plan General Metropolitano (PGM) de 1976. El PGM ha sido una herramienta
válida que, aplicada con entendimiento, visión y consenso,
ha sido útil a los poderes públicos, a los agentes económicos
y a la sociedad civil para modernizar la metrópolis barcelonesa
y su complejo sistema territorial y para impulsar su transformación
urbana y social.
Sin embargo,
la evolución social y económica, la transformación
del territorio durante los 38 años de existencia del PGM, recomiendan
la redacción de un nuevo Plan territorial que pueda articular las
necesidades, retos y oportunidades que marcarán el futuro metropolitano.
Ahora es el momento, pues, de empezar a reflexionar sobre el futuro que
queremos para la ciudad metropolitana, es el momento de poner en valor
el capital social, la inteligencia colectiva de la ciudadanía metropolitana,
para abrir el debate y guiar los trabajos de redacción del que debe
convertirse en el nuevo Plan Director Urbanístico (PDU) metropolitano.
Todo un reto y toda una oportunidad para el futuro y el progreso de la
ciudad metropolitana.
A lo largo
de 37 años, el PGM ha sufrido más de un millar de modificaciones
que han sido necesarias para sacar adelante gran cantidad de iniciativas:
cambios para reescalar infraestructuras y disminuir su impacto, para resolver
desajustes respecto de las necesidades en las áreas económicas...
La redacción
del nuevo plan director urbanístico (PDU), instrumento de planificación
que prevé la ley catalana y la de la propia AMB, es una tarea a
largo plazo. El gerente del área, Ramon Torra, estima que «la
aprobación inicial se podría hacer en cuatro años
y la definitiva, en ocho».
Torra reconoce
que «la normativa y la práctica actuales tal vez convierten
cualquier tramitación territorial en algo complicado en exceso».
Aduce, no obstante, que se trata de un proceso complejo pues afecta a 36
municipios y a una población de 3,2 millones de personas. La elaboración
del PGM tardó lo mismo (1968-1976), aunque fue en un contexto sociopolítico
del todo distinto. En cualquier caso, añade, «generar consensos
siempre exige tiempo».
La sexta sesión
de trabajo, celebrada en marzo en el Disseny Hub, junto a la macroexposición,
amena y sesuda a la vez, Metròpolis Barcelona, abierta allí
sobre el presente y futuro urbanístico del área, será
la penúltima de las siete previstas por el equipo del coordinador
técnico del PDU, Joan Busquets, arquitecto, impulsor del nuevo urbanismo
barcelonés en los 80 y 90 y hoy catedrático de Harvard. El
ciclo se cerrará el 22 de abril con otra gran cita de expertos.
La exposición
dejará tres días más tarde el Museu del Disseny y,
en formato compacto, empezará a visitar los municipios. Después
vendrá la intervención de los ayuntamientos y los procesos
de participación definidos por la normativa. Cuando a final de año
comience la redacción del PDU, se hará con «criterios
políticos claros», asegura Torra.
En ese penúltimo
encuentro de técnicos se analizaron ocho grandes proyectos desarrollados
en los últimos años con éxito en el marco del PGM.
El objetivo es revisar a partir de ellos paradigmas del urbanismo barcelonés
y ver «cómo se ha hecho la ciudad genérica, la más
cercana a las personas», manifiesta Busquets.
Estos ocho
planes modélicos elegidos para estudiar la nueva pauta son: frente
marítimo de Barcelona; plaza de Europa y Fira de L'Hospitalet; Diagonal,
campus audiovisual y distrito 22@; parque central de Sant Cugat del Vallès;
riera de Sant Climent de Viladecans; río Besòs y riberas
metropolitanas; rambla Pallaresa y Can Zam en Santa Coloma, y avenida del
Tramvia en Cornellà.
El PDU será
un «plan de transformación, que combinará eficacia
normativa y flexibilidad, antes que uno de urbanización; ahora hay
que ver cómo se llena ese 20% de suelo urbano interior de la ciudad
que está libre, vacío en parte por la crisis», dice
Busquets. «No es cierto que Barcelona esté agotada. Podrán
cambiar las fuerzas políticas, pero no la agenda transversal, democrática,
sostenible, que se redefine a partir de la experiencia de estos 40 años
de PGM», concluye.
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